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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

9.000 apuestas por una economía abierta

Tiene usted en sus manos el número 9.000 de CincoDías, pensado, escrito y diseñado, como el primer número -del 3 de marzo de 1978-, para contribuir a la modernización y europeización de la economía española, a la transformación e internacionalización de su tejido empresarial, al progreso económico y social de la ciudadanía y a la consolidación de los anhelos democráticos de todo un país, con el que el periódico ha compartido una de las etapas más dilatadas y enriquecedoras de libertad política, social y económica. Con una vida paralela a la Constitución, CincoDías fue la primera y obligada referencia de los emprendedores que se asomaban a la aventura de una economía que quería ser libre, pero que estaba atenazada aún por los comportamientos encorsetados de la autarquía, pese a la súbita explosión que había experimentado tras la apertura controlada del Plan de Estabilización de 1959. Pero lo fue también para miles de lectores que demandaban información, interpretación y opinión económica de los acontecimientos que han revolucionado la economía, y que han sido los verdaderos protagonistas de un salto cualitativo y cuantitativo descomunal de la industria financiera en España.

Hoy seguimos compartiendo con ellos el ideario de la libertad económica, anclado en la libertad de empresa, la defensa de la competencia, las relaciones industriales horizontales y la integración plena en un mercado europeo hacia el que siempre habían mirado con envidia los españoles de las cuatro últimas décadas del siglo XX, y que había de enriquecer con su acervo normativo un Estado de Bienestar que únicamente tenía cimientos. Si a finales de los setenta, tras los dos latigazos de las crisis del petróleo, el tejido industrial había entrado en un proceso de ajuste continuo, y la inflación y el desempleo amenazaban con poner el proceso de democratización contra las cuerdas, hoy la economía española es una reconocida historia de éxito. España, en su conjunto, es una historia de éxito. Porque a su transformación política ha sumado una revolución económica no menos enriquecedora, por mucho que hoy una recesión mundial extraordinaria haya encendido las alarmas.

En los 31 años de contacto con la realidad económica, la popularización de la inversión, paralela al progreso de los ciudadanos, se ha revelado como uno de los acontecimientos económicos más llamativos, y la demanda de información financiera se ha hermanado para siempre con el devenir de los mercados. De los seguros depósitos tradicionales de nuestros mayores, de los primeros bonos del Tesoro para financiar los nacientes déficits estatales, los particulares han pasado a movilizar sus recursos con instrumentos y productos financieros más modernos, y han participado de la generación y reparto de la riqueza corporativa, que debe infinita gratitud no sólo al empeño de unos cuantos empresarios visionarios y arriesgados, sino también a las extraordinarias aportaciones de las instituciones formativas de la gestión empresarial, que han consolidado desde España las primeras posiciones en el ranking mundial.

La Bolsa se ha convertido en las tres últimos decenios en el mercado de inversión más popular, con una ganancia media anual del 11%, no proporcionada por ningún otro activo de inversión durante un periodo tan dilatado. Entonces en pesetas enteras y hoy en euros con hasta cuatro decimales, las cotizaciones de los valores bursátiles españoles reflejan los precios que el mercado pone a unos proyectos corporativos cada vez más ambiciosos, y que se han convertido en muchos casos en apuestas ganadoras a nivel mundial, tanto en el sector bancario, como en las telecomunicaciones, las concesiones, la energía -tradicional o renovable- o la moda.

Esta transformación es el mejor estímulo para replicar el éxito en el futuro. La crisis que arrastra España no puede ahora atenazar el espíritu reformador que siempre han atesorado los sucesivos Gobiernos democráticos, y que ha sido uno de los catalizadores más atractivos para asumir los riesgos de la inversión individual y corporativa. Una ciudadanía formada y con deseos de mejorar; una banca bien gestionada y supervisada; y unos proyectos empresariales ilusionantes y con fe en el porvenir harán el resto para superar la crisis y dar otro salto de progreso.

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