Caja Madrid debe recobrar la normalidad
La solución al lamentable espectáculo organizado en torno a Caja Madrid parece cercana, una vez que el PP ha zanjado sus rencillas internas. Ayer, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, ofreció su apoyo a Rodrigo Rato para presidir la entidad. A continuación, el candidato de los aguirristas, Ignacio González, renunció a la batalla por dirigir la caja y, por último, el Ayuntamiento de Madrid se mostró dispuesto a retirar el recurso que tiene en suspenso el proceso electoral. En principio, debería ser suficiente para desbloquear la sustitución al frente de la cuarta entidad financiera española. Cierto es que todavía quedan pendientes un recurso del Ayuntamiento de Barcelona (aunque parece que no desembocará en suspensión cautelar del proceso) y otro de CC OO de Madrid, que se ha sumado al del ayuntamiento de la capital. Obstáculos menores, al menos sobre el papel.
La batalla abierta por ocupar el sillón de Miguel Blesa ha sido sonrojante. El deseo de hacerse con el cargo ha primado sobre el interés de la cuarta entidad financiera española. Algo nada recomendable en cualquier situación, y mucho menos en medio de una crisis como la actual.
Es urgente, pues, que culmine el proceso a la mayor brevedad posible. Y no sólo por el bien de la entidad, sino también por el del sector de cajas, inmerso en una profunda y delicada revolución. Caja Madrid, la segunda del ranking tras La Caixa, no puede quedarse fuera de combate en este inevitable proceso de fusiones. Por dos razones. Primera, porque si se mantiene con su volumen actual, mientras a su alrededor van creciendo otros competidores, podría reducir su capacidad para competir en el mercado financiero global que surgirá tras la recesión mundial. Y segunda, porque Caja Madrid tiene reservado un papel central y equilibrador en el nuevo mapa financiero español.
Al menos, algo positivo se puede sacar de esta lucha cainita del PP. Rodrigo Rato es un excelente candidato para pilotar la nueva andadura que tiene por delante la caja. Las reticencias del PSOE madrileño no se sustentan, aunque abandonara la dirección de FMI antes de cumplir el mandato. Su seriedad, preparación y capacidad de gestión están más que demostradas. Y no cabe duda de que Caja Madrid es una maquinaria bien engrasada.
Entre los muchos debes de esta rocambolesca historia, vuelve a aflorar el de siempre. Ese inquietante interés de los partidos políticos por controlar las cajas de ahorros. Para despejar tentaciones se hace necesario afrontar de una vez por todas el camino de la profesionalización de los órganos de gestión de las cajas. Es cierto que los partidos, vía ayuntamientos o comunidades autónomas, tienen derecho a estar representados en estas entidades. A lo que no tienen el más mínimo derecho es a poner en peligro su futuro con inconfesables peleas de poder.