A China le falta pasar el test de la realidad
La tasa de crecimiento registrada por China (8,9% en el tercer trimestre) es bastante impresionante, incluso si no ha sorprendido demasiado a los mercados. La tercera mayor economía del mundo está gozando claramente de un revival. Y la receta para conseguirlo ya nos es familiar. Pekín ha ordenado a los bancos que presten y a las autoridades locales que gasten, al mismo tiempo que han soltado un impulso fiscal de 585.000 millones de dólares para tapar el gap dejado por las menguantes exportaciones a Occidente. Los logros de estas políticas son loables, pero traen con ellas una seria amenaza inflacionista.
Pero a pesar de que la economía china esté bombeándose, cualquier declaración que apunte a una recuperación plena es prematura. Las exportaciones netas y los precios de consumo siguen cayendo año tras año, así que es demasiado pronto para parar el estímulo. Y, con todo, empiezan a formarse burbujas de activos. Los precios de las propiedades residenciales de Shanghai y Shenzen han aumentado casi un 50% en un año. El mercado de valores de Shanghai ha crecido en dos tercios en lo que va de 2009, si bien no ha alcanzado ni de lejos su pico de valoración de 2007.
Los dirigentes chinos necesitan un plan. La herramienta habitual para luchar contra la inflación es subir los tipos de interés, pero eso no serviría en China. Allí son los hábitos de préstamo de los bancos estatales, y no los tipos, los que dictan el nivel de liquidez. Los prestatarios han sido atraídos por la disponibilidad de crédito más que por su bajo coste. Unos tipos más altos podrían incluso dañar la recuperación económica. Añadiría tensiones sobre las compañías que han pedido dinero a los bancos pero que no se han hundido, dejándolas más vulnerables frente a una segunda inmersión en la demanda.
Eso deja a Pekín con una alternativa más complicada: un mosaico de curvas y controles para mantener el crecimiento de la economía bajo control. Las autoridades estatales ya están pidiendo a los bancos que no presten a industrias como las del acero o el cemento, que pecan de sobrecapacidad. Puede que se reinstauren los controles de mercado, como las restricciones más estrictas a la concesión de hipotecas o aumentar el gravamen de las transacciones de títulos.
Cada nueva medida de control es un paso atrás en el objetivo a largo plazo de establecer un mercado financiero funcional que se calibre por sí mismo. Es una lástima que mientras otros países evalúan sus estrategias de salida las autoridades chinas parecen dispuestas a multiplicar sus tentáculos de control sobre la gestión macro y micro.
John Foley