Cambio climático, una ocasión para el desarrollo
De aquí a 2050, 200 millones de personas se verán desplazadas por el cambio climático si no hacemos algo, y 325 millones, la mayoría de las cuales viven en los países más pobres del mundo, se verán afectadas anualmente por la degradación medioambiental, y se producirán pérdidas económicas calculadas en 90.000 millones de euros. La crisis producida por el cambio climático tendrá (de hecho, ya está teniendo) un impacto mucho mayor que el de la crisis financiera que acabamos de experimentar.
Los europeos ya son conscientes de los peligros que entraña el cambio climático para el planeta y para sus países. Pero los países en desarrollo, y especialmente los más pobres de entre ellos, ya están cargando con sus consecuencias negativas, y el coste es muy alto. Al estar situados en regiones menos templadas y con menos recursos para proteger a sus habitantes, estos países no pueden hacer frente actualmente a este nuevo factor.
En las regiones áridas, el cambio climático es otro riesgo letal. Como consecuencia de la subida del nivel del mar y del derretimiento de los casquetes polares, las catástrofes naturales son cada vez más frecuentes. Ciudades enteras se ven destruidas, como acabamos de verlo con los casi cuatro millones de personas afectadas por las inundaciones tras los tifones Ketsana y Parma en el Sudeste Asiático. Dichas catástrofes están amenazando la misma existencia de algunos Estados del Pacífico, como Tuvalu, Kiribati o Samoa. El aumento de las temperaturas también favorece la propagación de enfermedades, especialmente las tropicales. La malaria ya está provocando la muerte de más de un millón de personas al año en África. No tenemos derecho a cruzarnos de brazos mientras la zona en la que es endémica se va extendiendo.
El hecho de que los países pobres sean los que se ven más duramente afectados por el cambio climático no solo se debe a su situación geográfica. También son los que están peor equipados para proteger a sus ciudadanos y adaptar sus economías. Por ello, existe el riesgo de que la mala gestión de los gases de efecto invernadero afecte con más dureza, y en primer lugar, a los países que menos responsables son de las emisiones. Otra dificultad para los países menos adelantados es cómo compatibilizar el ajuste ante el cambio climático con el reto del desarrollo en un mundo competitivo.
La Comisión Europea calcula que se necesitará una asignación anual de 100.000 millones de euros para ayudar a los países menos adelantados a luchar contra el calentamiento del planeta y adaptarse a las nuevas condiciones climáticas. Esta cifra supera a la ayuda total al desarrollo facilitada actualmente por los países ricos. Salvo que queramos seguir desestabilizando las economías emergentes, no podemos reducir la ayuda al desarrollo tradicional para financiar su lucha contra el recalentamiento mundial. Tenemos que hallar otras fuentes de financiación.
Hay tres posibles maneras de conseguir una cifra tan alta. Todos los países del mundo deben contribuir a partir de sus economías nacionales; naturalmente, dentro de sus posibilidades, pero todos ellos deben efectuar una contribución, dado que la financiación de la lucha contra el cambio climático constituye un reto mundial. Los ingresos procedentes del mercado del carbono podrían reasignarse a los países en desarrollo. Y, por último, la financiación pública internacional podría proporcionar de 22.000 a 50.000 millones de euros anuales para 2020 a fin de complementar las demás fuentes de financiación.
A falta de un incremento presupuestario inicial, los países en desarrollo dispondrán de muy pocos recursos para dotarse de los medios y los instrumentos económicos que se requieren para luchar contra los efectos del cambio climático. Ello implica que para 2010 debemos conseguir entre 5.000 y 7.000 millones de euros si queremos que los países pobres puedan reorientar rápidamente su desarrollo hacia unas economías respetuosas del medio ambiente.
El futuro del planeta está hoy en juego, y es hora de imaginar el mundo del mañana. La financiación de la lucha contra el cambio climático constituye un problema crucial, y la única manera de hallar una solución es entablar un diálogo Norte-Sur entre iguales que sea justo y equilibrado.
Este espíritu es el que caracteriza precisamente las Jornadas Europeas de Desarrollo, que se celebrarán del 22 al 24 de octubre en Estocolmo. Unas semanas antes de la Cumbre de Copenhague, cuando la atención de los medios de comunicación se centra ante todo en las posiciones que los Estados Unidos, China y la India vayan a adoptar en ella, la Comisión Europea desea dar la palabra a aquéllos cuya voz se oye con menos frecuencia en el escenario internacional. No se les puede dejar al margen de la lucha contra el cambio climático, aunque solo sea para luchar contra la deforestación. Ello supondrá una oportunidad para que nosotros, países europeos y países en desarrollo, sociedad civil y empresas, organizaciones internacionales y ciudadanos, reflexionemos conjuntamente sobre los nuevos modelos que debemos encontrar, que deben ser responsables en términos ecológicos, justos en términos humanos y efectivos en términos económicos. Ya no resulta aceptable querer ser el Número Uno; juntos podemos y debemos imaginar el mundo del mañana.
Karel De Gucht. Comisario europeo de Desarrollo y Ayuda Humanitaria