Brasil pone un arriesgado freno a la inversión
Brasil ha logrado que los latigazos de la tormenta financiera no dañen su economía productiva, y hoy es seguramente el país emergente con una imagen más sólida en el exterior, tanto por la buena gestión de su política económica, como por la labor rigurosa de sus supervisores financieros o por el respeto escrupuloso a las reglas de juego que regulan los movimientos de la inversión extranjera. Todos estos aspectos garantizan unos estándares de seguridad jurídica que está al alcance de muy pocas economías latinoamericanas, y es precisamente lo que está convirtiendo a Brasil en el principal polo de atracción del capital, tanto para movilizar actividades manufactureras como para desarrollar economías de servicios.
De hecho, la decisión del Comité Olímpico Internacional de otorgar a Río de Janeiro la organización de los Juegos de 2016, ha disparado las expectativas de una economía joven, con grandes posibilidades de desarrollo y que, junto con China y la India, se está convirtiendo en la alternativa de crecimiento solvente a las economías maduras de Europa, Norteamérica y Asia.
Pero ha sorprendido a los mercados financieros internacionales que el Gobierno de Brasilia haya decidido poner un impuesto del 2% al valor de las inversiones realizadas por extranjeros en territorio brasileño, siempre que se trate de inversiones en acciones o bonos corporativos, con supuesta intencionalidad especulativa, por otra parte difícil de identificar. De hecho, la Bolsa brasileña encajó ayer el golpe con un descenso en los precios de las acciones de más del 4%, que al cierre se quedó en un recorte del 2,88%, y con una pérdida de pulso de un vigoroso real. El argumento esgrimido por las autoridades, que siempre han trabajado con mensajes claros y dando plenas garantías al dinero que desde fuera movía su economía, es que hay que enfriar el crecimiento de la actividad, tanto para normalizar las tasas de inflación como para bajar la temperatura a una divisa que supuestamente pone en riesgo la exportación de los bienes manufacturados en suelo carioca.
No parece un argumento consistente en boca de gestores tan profesionales como los brasileños. Más parece un alarde de tercera vía buscando poner coto al dinero especulativo, una especie de Tasa Tobin parcial. Nadie puede negar que hay movimientos de capital buscando la rentabilidad urgente y fácil; pero extranjero y nacional. Por principio, el capital carece de bandera. Busca la rentabilidad por encima de todo, atributo para el que es más apropiada la estrategia del largo plazo. Si Brasil ha logrado convencer a los inversores extranjeros para que echen raíces allí, como es el caso de decenas de empresas españolas, debería pensar dos veces en el efecto perverso y disuasorio de poner trabas como la anunciada ayer.