De la crisis económica a la crisis social
La vicepresidenta económica del Gobierno, Elena Salgado, centró ayer sus argumentos en el objetivo que se ha impuesto el Ejecutivo de que "la crisis económica actual no derive en una crisis social". Salgado recalcó ante sus señorías del Congreso que el deber de una administración es pensar en los más débiles "porque son los que tienen peores armas para luchar contra las dificultades económicas". Su discurso de defensa de los Presupuestos del Estado de 2010, lo más difíciles de la democracia, buscó en todo momento justificar un gasto en protección por desempleo anual (ahora cercano a los 30.000 millones) superior al coste para Hacienda de todas las reformas fiscales realizadas en la historia económica reciente. Si Salgado ha hecho bien las cuentas España podrá salir de la recesión el próximo año sin haber entrado en una crisis social de calado. Sin embargo, si sus estimaciones son equivocadas como apuntan gran parte de los servicios de estudios, y la tasa de paro se eleva por encima del 20% de la población activa, de forma permanente durante más de un año, entonces la tesis de Salgado se volverá contra ella y el país sufrirá una crisis económica agravada con otra posterior, de orden social.
Para que esto segundo no ocurra la primera receta que aportan todos los académicos es la de generar empleo a un ritmo lo suficientemente alto como para colocar a las nuevas generaciones y reubicar también a los parados que, poco a poco, vayan agotando su prestación, incluso la nueva ayuda prevista por el Gobierno. Hasta ahora la administración ha creado empleo pero de forma temporal (fondo estatal de inversión local) y con un gran coste para el erario (elevar el déficit hasta el 10% del PIB). Mientras tanto, los empresarios, los principales actores en la generación de empleo, siguen enfrascados en sus problemas de crédito y echando trabajadores a la calle.
Ante esta situación, el Gobierno se mantiene a flote con dos maderos a los que agarrarse entre las aguas procelosas de la recesión. Uno es el proyecto de Ley de Economía Sostenible, aún sin contenido definido; y el otro, la salida de la crisis de los socios comerciales que sirva de estímulo exportador. Mientras las leyes se aprueban y la UE termina de recuperarse, el gasto en desempleo estrangula aún más las finanzas públicas. Salgado, pues, espera, presa del tiempo además de sus previsiones.