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Columna
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La eterna promesa del Golfo Pérsico

Sacar tajada en el Golfo Pérsico no es tarea fácil. Cuando en 2007 irrumpió la crisis financiera, una de las respuestas de los bancos de inversiones fue enviar allí algunos de sus mejores talentos. La oportunidad parecía obvia. Los fondos soberanos de Abu Dhabi, Kuwait y Qatar estaban inyectando miles de millones de dólares en las castigadas instituciones occidentales. Goldman Sachs preveía que el precio del crudo podría alcanzar los 200 dólares por barril en dos años. Seguro que había oportunidades de cobrar por aconsejar cómo y dónde invertir el creciente flujo de petrodólares.

Pero el cofre del tesoro del Golfo continúa siendo algo así como un espejismo. La inversión de los bancos de inversión occidentales creció a una media de entre un 30% y 40% en 2007 y 2008, de acuerdo a las estimaciones de un banquero. Algunas instituciones se expandieron incluso más. Pero ahora las cosas funcionan más bien al contrario.

Nomura, antes Lehman Brothers, y Merrill Lynch han perdido sus jefes mundiales de fondos soberanos. Morgan Stanley ha pasado de tener tres a dos expertos en Dubai y Barclays no reemplazará a su ya antiguo responsable de Oriente Próximo.

La verdad es que a los bancos les ha costado mucho hacerse ricos en el Golfo. Durante los primeros años, los ingresos aumentaron bastante, pero la competencia fue dura. Las grandes familias de la zona no están acostumbradas a pagar por recibir consejos.

Pero los bancos de inversión no lo tienen todo perdido. La región continúa siendo interesante a largo plazo. Su crecimiento medio del PIB será de un 4% en términos reales el próximo año, según datos del Banco Mundial. Pero las instituciones ya han aprendido que convertir dicho crecimiento en beneficios bancarios va a ser tan difícil como en el resto del mundo.

Por Una Galani

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