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Secretos de despacho

El sosiego de Jesús del Pozo

El diseñador cumple 35 años en la moda, cargado de proyectos e iniciativas.

No emplea ningún método de trabajo, lo que sí afirma es que tiene disciplina. El diseñador Jesús del Pozo dice que es un profesional de rutinas, "raro es el día que dejo de venir al estudio, me gusta revisar todo lo que ocurre a mi alrededor". Asegura que incluso supervisa y controla, aunque las tiene delegadas, lo que considera la parte más tediosa de una organización, las cuestiones administrativas y gerenciales. "En cambio, la parte creativa y técnica, la forma en la que se puede resolver una prenda, siempre tengo que estar presente". Porque lo que realizan Jesús del Pozo y su equipo son prototipos de modelos, no fabricación, sobre todo en prêt à porter, vestidos para novias, perfumes o gafas. Esto significa que de la maison del diseñador madrileño sale el patrón base acompañado de una ficha técnica para que el fabricante siga el proceso, que después vuelve a ser aprobado por el creativo. Cree que en estos momentos su nombre va ligado a una forma determinada de hacer las cosas y a un criterio estético muy definido y aplicable a todo tipo de productos. Actualmente está inmerso en un proyecto de arquitectura para el diseño de muebles, entre otras iniciativas.

A la firma JP, asegura su creador, no le faltan propuestas y no está representada por iconos, sino por un estilo de entender el diseño y una filosofía de vida. "La gente que lleva mis diseños no tiene un denominador común, pero sí se caracteriza por una forma de pensar, de vivir; a mí me importa mucho lo que siente la gente, el interior más que el exterior". Esta manera de pensar y de actuar, dice del Pozo, corresponde a una actitud en parte egoísta, "porque se vive mejor haciendo que todo sea agradable y ayudando a la gente que complicando las cosas". Y todo esto lo traslada al mundo femenino, "mi obligación es que la mujer que lleva mis diseños se vista bien, sin complicarle la vida, y que una vajilla diseñada por mí se pueda meter en un lavavajillas. æpermil;se es el valor añadido". Así de fácil. "No entiendo a los fashion victims, que la gente se complique la vida en cosas que sólo son de disfrute".

Jesús del Pozo está a punto de cumplir 35 años en el mundo de la moda y, aunque pueda parecer que está de vuelta de todo, da la impresión de estar en continuo proceso de aprendizaje. Es coqueto, habla pausadamente, acompañando sus frases con una sonrisa, es exquisitamente puntual y educado y se interesa por el estado de su interlocutor. Charlamos en una amplia sala pintada de color blanco, sin adornos que interrumpan la conversación. El ambiente es relajado. El caos visual llega en el despacho. Ocupa un espacio del que se deduce que allí se trabaja. Y mucho. Explica que ahí radica el secreto de su éxito: en el trabajo, "en haber hecho lo que teníamos que hacer, en ser fieles a nuestra manera de ejecutar las cosas y no habernos dejado llevar por fáciles movimientos, modas o negocios, que a lo mejor nos hubieran venido bien a corto plazo, pero nos hubiéramos defraudado a nosotros mismos y a nuestros clientes". Cuando habla de su firma lo hace en plural, concediendo con sus palabras protagonismo al resto del equipo. "Es fundamental, esta empresa es un laboratorio de ideas que siempre ha mantenido la independencia", comenta con gran orgullo y esbozando la más amplia de sus sonrisas. No en vano, el diseñador ha sido tentado en numerosas ocasiones a desprenderse de la firma a golpe de talonario, "pero nunca me han ofrecido lo suficiente y, sobre todo, nunca he tenido garantías sobre lo que querían hacer con la marca".

Su zona de trabajo es la que denomina área creativa, "ahí es donde tenemos que tener la cabeza preparada y abierta para que lleguen las ideas y no pasen de largo". Cree que la inspiración, como decía Picasso, te tiene que pillar trabajando. "Me he ido muy pocas veces de vacaciones, no me gusta estar mucho tiempo alejado de lo que hago, soy de muchos pocos poquitos". Confiesa que es desordenado en sus espacios, aunque reconoce que no lo es en la resolución de temas, "no soy de los que dejo nada para luego, cuanto antes haga las cosas antes descanso". Hay que creerle, aunque cuesta imaginarle estresado o enfadado.

Un Jacobsen de museo

La empresa forma parte de un todo, de su vida. Se reúne con su gente todos los días, come con ellos, está en permanente contacto con su equipo. "Soy como el hombre de los platillos chinos, pongo la cabeza en una cosa, luego en otra, más tarde en otra". No le preocupa la crisis, es más, cree que saldrá reforzado. "Tengo la suerte de no tener todos los huevos en la misma cesta, estamos repartidos en diferentes países y no se vive la crisis de la misma manera en todos ellos".Jesús del Pozo asegura que a lo largo de su trayectoria ha vivido diferentes crisis, "empecé en 1974 y desde entonces me he tenido que transformar según el momento". Estudia abrir mercado en Rusia y México. Está presente, entre otros, en China, Argentina, India, Estados Unidos y en varios países árabes. Esto lo cuenta sentado en su sillón preferido, un Jacobsen de piel, que asegura es una pieza de museo adquirida en Copenhague (Dinamarca). En su mesa siempre hay una infusión de tomillo, las fotos de unos niños que tiene apadrinados, un puñado de nueces que le envía una amiga, libros de moda y el cuadro de "un amigo", el artista ovetense Gervasio Pérez.

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