La atalaya de un máster
En los momentos de crisis, cuando parece que todo se tambalea, es cuando más conveniente se hace pararse y pensar, apostar por el propio crecimiento, reactualizar competencias y habilidades, recuperar el optimismo y el ánimo. Ante un entorno cambiante, lo más acertado es no sacudir la propia vida, observar cómo evolucionan los acontecimientos desde una cómoda trinchera y tener capacidad de elegir hacia dónde orientar los pasos cuando llegue la calma. No es momento de pisar el freno, sino el embrague para coger más revoluciones y poder poner una marcha más larga en el desarrollo de la carrera profesional.
Y es que desde la atalaya de un máster se contempla mejor el panorama. El hacerse con la capacidad de percibir totalidades con sentido es el mejor antídoto para evitar tirar la toalla de manera prematura y para recomponer un currículo que quizás necesite de una cierta revitalización para adaptarlo a las exigencia del nuevo escenario, fruto de la situación de catarsis en la que nos encontramos.
Es ya casi un lugar común afirmar que un máster es la mejor opción de formación cuando se quieren adquirir nuevas y mayores competencias profesionales. El énfasis en el desarrollo de habilidades para la toma de decisiones, el trabajo en equipo, la necesidad de acompasar competencia y cooperación para un buen desempeño, el manejo de grupos multidisciplinares y multiculturales, y la orientación eminentemente práctica en la adquisición de conocimientos técnicos, hacen de este tipo de programas casi una de las pocas vías para reafirmar la posición competitiva de un profesional.
Hay que enviar mensajes claros al mercado laboral y uno de los que más llegan es la apuesta por uno mismo. En lugar de adormecerse, es hora de invertir en sí mismo. Son muchas las opciones que están al alcance de cualquiera. Desde programas especializados hasta generalistas, desde ofertas domésticas y con un alto grado de presencialidad, hasta posibilidades de cursar estos estudios en un ámbito internacional utilizando metodologías online, de contrastada calidad y con posibilidad de hacerlo compatible con el trabajo profesional y los compromisos personales.
No es, por tanto, un problema de disponibilidad el que pudiera estar en la raíz de una cierta desidia por hacer este tipo de programas, sino de actitud, de voluntad. Hay que evitar caer en un cierto paro antropológico -más dañino que el laboral por imponer una visión pesimista a largo plazo- para retomar el gobierno de la propia vida. Quien maneja mi barca quien, que a la deriva me lleva, decía una festivalera canción que quizás por el calado de su mensaje no cosechó el éxito que se esperaba: cualquiera que sea el que maneje la barca de la propia carrera profesional que no sea uno mismo, a la deriva lleva su futuro. La elección de hacer un máster debe estar siempre en el horizonte de quien no se quiere desviar de su camino.
Juan Luis Martínez. Vicerrector de IE University y Profesor de IE Business School