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Opinión
Tribuna
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Realidad o mito del síndrome posvacacional

Los primeros días de septiembre plantean cada año una duda respecto a la existencia o no del llamado síndrome posvacacional. Técnicamente, se define como un conjunto de síntomas asociados a la dificultad de adaptación al trabajo después del periodo de vacaciones. Esos indicadores, que pueden ser apatía, nerviosismo, irritabilidad, agobio, dolores de cabeza o de estómago y taquicardia, entre otros, suelen desaparecer entre los 3 y 10 días. Puesto que hay personas que tienen esos síntomas, debe concluirse que el síndrome existe, hasta el punto de que hay estudios que indican que el 35% de la población entre 25 y 40 años lo padece cada año. Y aunque no está descrito como tal en los libros de psicopatología, sí es comúnmente aceptado por la comunidad de psiquiatras y psicólogos.

Resuelta la existencia última del síndrome, la pregunta pasa a ser de qué forma debemos reaccionar si se nos presentan esos síntomas. Y podemos partir de un principio simple: "Cualquier síntoma en el ser humano surge para llamarnos la atención sobre algo que nos pasa". Es como una luz en el salpicadero de un coche. Un aviso para que tomemos una decisión. En la comprensión de nosotros mismos no hay recetas infalibles, no existe libro de instrucciones de aplicación universal. Se trata de observarnos con honestidad, comprendernos y actuar en consecuencia. Aquí se abren dos alternativas.

Si la sensación es que estábamos mejor de vacaciones que en el trabajo, la solución es empezar a trabajar sin darle más importancia. En breve se nos pasarán los síntomas. El entorno de trabajo suele ser más exigente que el vacacional, por eso necesitamos un periodo de adaptación, y el síndrome indica una pequeña resistencia al cambio. Podemos aplicar algunos trucos para facilitar la transición: adaptar poco a poco horarios y rutinas, no exigirse el 100% desde el primer día, planificar actividades gratificantes después del trabajo, etcétera.

Cuestión distinta surge cuando la sensación es que estábamos mejor en cualquier lugar del mundo antes que en nuestro trabajo. Quizá esto no se pueda llamar síndrome posvacacional; quizá esa sensación existía antes de ir de vacaciones, y probablemente no se pase en 10 días ni en muchos más. En este caso, se necesita un cambio, ya sea en el entorno o en nuestra percepción del mismo. Debemos tratar de modificar el entorno si nos damos cuenta de que no nos gusta nuestro trabajo, nos sentimos mal pagados o sufrimos algún tipo de acoso o maltrato. Y es conveniente cambiar nuestra percepción cuando esperamos que todo nos salga bien, que todos reconozcan lo competentes que somos, que no haya ningún conflicto, que nadie nos critique o que nunca haya cambios.

Recomendación: interprete sus síntomas y actúe en consecuencia, sin alarmarse.

Enrique Lorenzo. Consultor de recursos humanos y experto en 'coaching'

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