Zapatero se olvida de la competitividad
El presidente del Gobierno acaba de hacer un análisis confuso del nuevo marco presupuestario para el año 2010 y ha bosquejado, desestructuradamente y sin suficiente claridad, cuáles son los impuestos que piensa elevar, si bien hay que agradecer que no modifique ni IRPF ni los impuestos empresariales. Sin embargo, debería tener presente que la estructura fiscal de un país tiene que estar claramente coordinada, con un enfoque tendente a una mayor fiscalidad indirecta, y no directa, que no perturbe la competitividad y las decisiones de ahorro y de trabajo. Asimismo, una elevación de los tipos fiscales no quiere decir que aporte mayor recaudación, puesto que, en estos momentos del ciclo, podría tener efectos contrarios a lo que se busca.
Respecto a la inversión pública, ésta debería ser productiva y no seguir cayendo en el error del Plan E, que no ha permitido mejorar la dotación de nuestras infraestructuras productivas sino que ha generado tan sólo empleo temporal y muy caro, y ha tenido efectos colaterales negativos en el comercio minorista. Esperemos que el fondo de inversión local de 5.000 millones de euros, que acaba de anunciar José Luis Rodríguez Zapatero, no profundice en el error. En cualquier caso, se debe restablecer la contención y la racionalización del gasto público como camino obligado para asegurar la sostenibilidad de nuestras finanzas públicas y liberar espacios para que podamos financiar nuestro sector privado en el exterior a un coste razonable. De toda su intervención, lo más preocupante y relevante es la ausencia de medidas de reformas estructurales que permitan recuperar nuestra extremadamente baja productividad, tal y como demostraba, recientemente, el informe del Foro Económico Mundial.
La salida de nuestra crisis se debe producir a través de las exportaciones, fundamentalmente, puesto que, como consecuencia de nuestro alto grado de endeudamiento, a corto y a medio plazo, es muy difícil una recuperación por medio de la demanda interna. Para ello es necesario que se recupere la actividad económica de nuestros principales clientes externos, como son Francia y Alemania, y que nuestra economía mejore su competitividad. Esta mejora sólo se conseguirá reduciendo las cotizaciones sociales, reformando eficientemente el mercado laboral, restaurando la unidad de mercado e invirtiendo productivamente en infraestructuras, en tecnología y en formación.
Hay que resaltar aquí la importancia de sensibilizar la negociación colectiva a la coyuntura para que los ajustes sean vía precios en vez de vía cantidades, y de impulsar la movilidad geográfica y funcional para facilitar la adaptación a las exigencias de los avances tecnológicos y de los cambios en la estructura productiva de la economía. Todas estas medidas tendrían ya efecto a muy corto plazo, pues mejorarían en gran medida las expectativas de los agentes económicos.
Juan E. Iranzo. Director general del IEE (Instituto de Estudios Económicos)