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Columna
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Myners puede hacer de la City un mundo feliz

A Paul Myners no se le suele considerar un amigo de la City de Londres. Pero la última propuesta del ministro de la City para fomentar el compromiso de los accionistas con sus inversiones puede conllevar la imprevista consecuencia de enriquecer a los bancos de inversiones y a los hedge funds.

Su idea consiste en que las compañías puedan emitir acciones sin derecho a voto para los accionistas que ya tengan títulos. Es decir, se trataría de dejar que los accionistas apáticos vendan sus stocks con derecho a voto a colegas inversores que se preocupen por la gestión de sus activos. La propuesta evolucionó de una sugerencia anterior según la cual se eliminaría el derecho a voto de las acciones y se le vendería a otros accionistas.

Ambas iniciativas comparten un mismo inconveniente: facilitan que los inversores más interesados puedan amasar una gran cantidad de derechos a voto. Ese monopolio podría ser empleado para bloquear cambios de estrategia y gestión y evitar adquisiciones, creando de paso toda una clase de accionistas desencantados.

Pero las acciones sin derecho a voto tienen también una historia complicada. Brockhampton Holdings, propietario de Portsmouth Water, ilustra su potencial para desencadenar jaleos. Los accionistas sin derecho a voto se movilizaron en 2000 para conseguir tener voz. El verdadero objetivo de la rebelión era ver la fusión con una compañía de aguas de la zona, un movimiento rechazado por los directivos y la mayoría de accionistas. La respuesta fue clara: nada de ampliar derechos de voto.

Este tipo de conflictos son inevitables. El grupo de medios de comunicación DMGT ha evitado la discordia, aunque sus acciones con derecho a voto estén controladas por la familia Rothermere. Los inversores que rechacen la estructura accionarial de una compañía dada simplemente no invierten. Hasta ahora, la cosa no ha ido mal. Pero los accionistas descontentos podrían recoger el estandarte de los rebeldes de Brockhampton.

La emisión generalizada de acciones sin derecho a voto sería un premio llovido del cielo para la City. Banqueros y abogados se beneficiarían de las tasas de los planes. Los diferentes precios de las acciones crearían suculentas oportunidades de arbitraje para los hedge funds. Eso sí: el riesgo de conflictividad sería mayor. Sería lucrativo para consultores y operadores, pero distraería a la gestión y ralentizaría el proceso de toma de decisiones.

Nicholas Paisner

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