Un marco favorable para la industria
El INE publicó ayer el índice de producción industrial de junio y en términos desestacionalizados cae respecto al mismo mes de 2008 un 16,2%. El dato es claramente negativo y pone de manifiesto la profunda sima en la que se encuentra la industria. Sin embargo, ayer se oyeron voces de optimismo justificadas en que se relajan las tasas de descenso. Así, caer al 16,2% es mejor que al 20,5% (mayo), al 19,4% (abril) o al 24,2% (marzo).
Es un consuelo triste, pero un consuelo al fin y al cabo. Pero semejante desgaste ha paralizado un tercio de la capacidad productiva de la industria española. Y lo peor es que empeora respecto al primer trimestre, cuando estaba improductiva una cuarta parte, por lo que se puede concluir que en la industria no hay brotes verdes que valgan. Es cierto que el panorama no dista mucho de otras economías europeas, pues si en mayo (último dato de Eurostat) España caía un 20,5%, la media de los países de la UE lo hacía a un 16% y un 17% si se restringe a la zona euro.
Otro consuelo en vano, sobre todo cuando en algunos países como Gran Bretaña se empieza a detectar un mayor dinamismo en su industria. Este simple detalle revela la existencia de dos velocidades, que puede dejar a España descolgada de la recuperación. Pero revela también la necesidad de reformas en todos los mercados de bienes, servicios y factores para que la industria española pueda ir tomando el relevo de la construcción y el turismo, actividades mucho más sensibles a vaivenes de los ciclos.
Bien está buscar alternativas en actividades más intensivas en tecnología, ya que en aquellas que lo son en mano de obra, la capacidad de competir está claramente volcada hacia los países emergentes, sobre todo los asiáticos. Pero primero las decisiones de política económica deben centrarse en fortalecer la producción industrial actual, para no perder ni un ápice de cuota de mercado en el exterior. De hecho, muchas empresas industriales de las consideradas tradicionales tienen tomada la posición de manera muy sólida. Por tanto, el modelo productivo sostenible al que el Gobierno quiere llevar la economía debe compatibilizar la industria consolidada con apuestas decididas por abrir brecha en manufacturas donde la tecnología y la sostenibilidad vayan de la mano, como la biotecnología, la industria aeroespacial, las energías renovables o las telecos. Sólo así se generará una economía más equilibrada y de futuro.
Para ello, el Gobierno debería establecer un entorno que favorezca la creación de empresas y facilite su crecimiento e innovación. Ese entorno pasa por garantizar unos costes de producción similares a sus competidores europeos, que deben abarcar desde los trámites burocráticos hasta las facturas energética, de telecomunicaciones o logística. Y cómo no, generar un marco fiscal y laboral que no desincentive la práctica empresarial.