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Columna
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Presión francesa en la UE

El Gobierno francés se está esforzando. Está presionando para que Michel Barnier, antiguo ministro de Exteriores y de Agricultura, se convierta en el próximo comisario europeo de Mercado Interno y Servicios. Excepto el del presidente, este cargo es quizás el más importante dentro de la Unión Europea en este momento: el que se ocupe supervisará las reformas de la regulación de los mercados financieros.

Para algunos Gobiernos europeos y grupos de presión de la City londinense, poner a Barnier en ese puesto suena a poner a un zorro a vigilar el gallinero. Francia tiene una postura dura respecto a la regulación del mundo financiero tras la crisis. Hay quien teme que intentaría imponer su propia agenda al resto de Europa.

Los que se oponen a la designación de Barnier tienen razón, pero no por las razones que ellos piensan. La cartera de Mercado Interno ciertamente no debería ir a parar a los franceses. Pero tampoco a los británicos ni a los alemanes.

Por supuesto, se supone que los miembros del cuerpo ejecutivo de la UE son independientes, y que no representan al Gobierno que propició su nombramiento. A veces, rompen los lazos de verdad. Es más, Barnier pasa por ser uno de los políticos franceses más europeístas. Ya cumplió durante su etapa como miembro de la Comisión entre 1999 y 2004.

Pero la cuestión de la regulación financiera es demasiado seria para convertirse en arma arrojadiza durante la próxima cumbre de la Comisión. Dos proyectos europeos de reforma regulatoria están ya en el centro de un acalorado debate: uno sobre los hedge funds e inversiones alternativas y otro sobre el sistema bancario. Ya hay un pique entre Reino Unido, partidario de una regulación light, y Francia y Alemania, partidarios de una regulación más dura. Los demás están en posturas intermedias.

La UE tiene otros 24 miembros entre los que debería ser posible encontrar un comisario de Mercado Interno competente y con determinación.

Por Pierre Briançon

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