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Columna
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¡Libertad para la Reserva Federal!

Siempre es una señal de alerta que tantos economistas estén de acuerdo en algo. Al menos 175 de ellos han firmado una petición en apoyo de la independencia del banco central de EE UU. La actual autonomía de la Fed es hasta cierto punto ilusoria. Aun así, la apariencia de independencia es una virtud que vale la pena defender.

A este grupo de economistas les preocupa que en el comienzo de una recuperación la Fed necesite restringir la política monetaria para prevenir la inflación -que es poco probable que sea popular políticamente-. La Administración Obama ha fortalecido la mano de los políticos que quieren un mayor control de la Fed al sugerir que debería lograr nuevos poderes.

Pero los legisladores no querrían un regulador poderoso que esté completamente fuera de su control. La Administración ha ofrecido ya un quid pro quo, al sugerir que el Tesoro debería tener que aprobar las decisiones de la Fed en el uso de los poderes de rescate de emergencia que ha empleado en varias ocasiones.

Aunque no es realmente independiente, en cualquier caso. Sus jefes son nombrados políticamente, y ningún nombramiento político ignora enteramente el camino por el que soplan los vientos del Congreso. El rol de la Fed en los rescates de firmas financieras como Bear Stearns y AIG implicó la estrecha cooperación del Tesoro y de otras armas de la rama ejecutiva.

Es verdad que cuando se acerca a la política monetaria, la Fed necesita distanciarse un poco al menos del día a día de la cosecha de votos porque sus decisiones pueden ser inconvenientes. Pero incluso la media verdad de este tipo de independencia no dotó a la Fed, ni bajo Alan Greenspan ni bajo Ben Bernanke, de la capacidad de prevenir las burbujas masivas en créditos y vivienda que reventaron tan espectacularmente.

Los temores sobre la Fed si ésta reuniese nuevos poderes están justificados. Y si no pueden ser disipados, quizá un regulador sistémico separado sea una mejor idea. En cualquier caso, sin embargo, no se escapa que de hecho la Fed ya actúa como un instrumento de política. Dicho esto, su credibilidad y efectividad todavía se benefician de la útil ficción de independencia. Si esto es lo que los economistas quieren preservar, puede ser un raro caso en el que todos tengan razón por algo.

Por Richard Beales

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