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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Malos datos antes del cambio de tendencia

La economía europea se derrumbó el primer trimestre del año. Así lo constató el viernes la oficina estadística de la Unión Europea. Según Eurostat, los 16 países que han publicado sus datos del primer trimestre estaban entre enero y marzo en datos negativos de crecimiento, y 14 de ellos en recesión técnica -al menos dos trimestres seguidos con caídas de PIB-. Y si la situación en conjunto es compleja, Alemania sorprendió por la intensidad de su desplome: -3,8% en términos trimestrales y -6,9% interanual cuando los pronósticos más pesimistas no esperaban superar el 3,5%. La mayoría de los estados han marcado en estos tres primeros meses descensos desconocidos desde hace décadas.

En medio de semejante debacle, puede resultar paradójico escuchar mensajes de optimismo bajo el equívoco término de que ya se ven "brotes verdes" en la evolución de la economía. Sin embargo, los malos datos del primer trimestre no tienen por qué ser contradictorios con otros que apuntan a la mejoría. En este sentido, ayudará más precisión para definir el momento en que se encuentra la economía internacional. Los datos de mejoras que se están registrando en diversos países son aún leves y no pueden en ningún caso interpretarse como síntomas del final de la crisis. Pero también se equivoca quien se empecine en negar que algo está cambiando.

Numerosas instituciones lo han dicho claramente. El presidente del Banco Central Europeo (BCE), Jean Claude-Trichet, ha declarado que hemos tocado el punto de inflexión del ciclo, y el vicepresidente del regulador europeo, Lucas Papademos, precisó posteriormente que hay un creciente número de señales positivas que sugieren que la economía está estabilizándose, y que la recuperación puede comenzar antes de lo que se había previsto. También defienden este argumento la OCDE, cuyo indicador compuesto de marzo apunta a una atenuación de los ritmos de deterioro, o el director gerente del FMI, Dominique Strauss-Kahn, que este mismo viernes insistió en resaltar señales positivas de recuperación económica. Son representantes de organismos con poderosa capacidad de análisis, lo que les adjudica cierto grado de credibilidad.

Pero este leve optimismo no sólo alcanza a los citados organismos internacionales. Numerosos analistas económicos, tanto españoles como extranjeros, ya han reconocido el cambio de tendencia a tenor de los indicadores adelantados. Antonio Brufau, presidente de Repsol y representante de una de las grandes multinacionales de la industria española, consideró el jueves ante la junta de accionistas de la compañía que el deterioro económico se está parando y se basó para afirmarlo en que el precio del petróleo, negocio que conoce bien, está dando síntomas de mejoría. De hecho, el barril de Brent se aproxima ya a los 60 dólares.

De ser ciertas estas apreciaciones, parece sensato creer que el primer trimestre puede haber marcado el momento más bajo de esta durísima y profunda crisis. Pero ello no significa, en ningún caso, que la economía mundial no vaya a tardar tiempo en retornar a la senda de crecimiento y sea capaz de volver a generar empleo.

Alemania es un paradigma de esta posible inflexión y algunas cifras permiten aventurarse a defender que el segundo trimestre no será tan negro como el primero. Así, las exportaciones de marzo -último dato conocido- crecieron por primera vez, aunque un modesto 0,7%, tras cinco meses consecutivos de caídas; la producción y pedidos industriales dejaron los descensos, aunque tampoco marcaron crecimiento, y las ventas de automóviles, empujadas por un plan de ayudas directas, se dispararon un 19% en abril.

Sin embargo, el claro optimismo sólo se justificará cuando se normalicen los mercados financieros. En este sentido, la decisión de Estados Unidos de someter a su banca a stress test y hacer público el resultado de esas pruebas es un gran avance. Europa debería seguir sus pasos para conseguir que la confianza retorne a las entidades financieras. Por duro que sea, es mejor conocer la devaluación de los activos y la necesidad de recapitalización de la banca europea. Porque la liquidez del sistema ya no es un problema real, gracias a las medidas adoptadas por el BCE.

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