No disparen sobre el pianista
Las desmedidas reacciones a las declaraciones del Gobernador del Banco de España sobre la necesidad de emprender una urgente reforma del sistema de pensiones es un ejemplo más de la sensación de desbordamiento que transmite este Gobierno.
Superado por los acontecimientos, incapaz de establecer su propia agenda política, son otros ámbitos institucionales o sociales, más incluso que la propia oposición, quienes colocan al Ejecutivo ante el espejo de su inacción.
José Antonio Vega citaba hace unos días en este periódico una frase atribuida a José Luis Rodríguez Zapatero que podría ser toda una declaración de principios sobre cómo abordar éste y otros problemas: "No descarto que algún día alguien tenga que hacer algo con las pensiones". Más claro, el agua.
Miguel Ángel Fernández Ordóñez fue citado a comparecer en el Parlamento por la Comisión de Seguimiento del Pacto de Toledo y fue allí donde efectuó sus declaraciones. Era el lugar y el momento para hacerlo y quien las hizo representa la opinión de una institución de inobjetable prestigio.
Para hablar de nuestro sistema de pensiones existe el ámbito institucional adecuado que no es otro que el denominado Pacto de Toledo y los instrumentos de seguimiento permanentes creados en ese pacto.
Tendría que haber sido en el segundo semestre de 2006, cuando empezaron a apreciarse los primeros síntomas de debilitamiento de nuestro mercado de trabajo -un año antes del estallido de la crisis financiera en Estados Unidos, dicho sea de paso-, cuando empezara a tratarse la reforma del sistema
El Pacto de Toledo tiene ya 14 años de antigüedad y se alumbró para asegurar el sistema público de previsión social, dejándolo al margen del debate partidario. æpermil;ste estableció un seguimiento permanente de la evolución del sistema en consonancia con la evolución de nuestra economía.
En la exposición de motivos del Pacto de Toledo reza como objeto declarado del acuerdo que "los beneficios se atribuyan con mayores cotas de racionalidad y contributividad".
Ha tenido que ser un gobernador del Banco de España, una institución que es independiente del Ejecutivo y cuya principal misión es la salvaguarda de los pilares del sistema económico, quien haya tenido que llamar la atención sobre la necesidad de renovar el compromiso del Pacto de Toledo, produciendo las reformas necesarias, una vez realizado un balance sobre lo que ha funcionado bien durante estos años y qué compromisos aún no se han cumplido.
Nadie parece tener ahora ninguna duda de que era urgente una reforma del modelo y que, seguramente, el espejismo provocado por un largo periodo de bonanza ha ido retrasando la tarea.
El Gobierno y los demás administradores del Pacto de Toledo parecen no ser conscientes del impacto en el sistema de la dramática caída del empleo que está experimentando nuestro país. Vamos camino de destruir todo el empleo creado en los últimos 13 años e, incluso en un escenario optimista de reactivación económica, no veremos en muchos años tasas parecidas de empleo a las disfrutadas en nuestro pasado más inmediato.
Los próximos años van a suponer un cambio copernicano en cuanto a ingresos del sistema y envejecimiento de la población, por lo que urge revisar el esfuerzo contributivo de los trabajadores si queremos, y yo sí lo quiero, garantizar un futuro digno para nuestros mayores, pero también para quienes hoy integramos el mercado de trabajo y para quienes aún no se han integrado en él. Esto y no otra cosa es la responsabilidad intergeneracional.
Se impone, pues, actuar sobre la edad de jubilación, sobre el periodo de cálculo o sobre el periodo de cotización exigido para llegar a la totalidad de la pensión, combinando los factores para garantizar la supervivencia del sistema.
Algunos actores ya vienen denunciando la lentitud del ritmo de trabajo sobre un tema de Estado de tanta importancia. Basta recordar que la última reforma del Pacto, de 2003, no llegó a materializarse hasta cuatro años después y no creo que haga falta recordar que ese cuatrienio no guardará ninguna relación, en términos de ingresos, con el de los próximos cuatro años.
Esta sociedad se merece un ejercicio de responsabilidad y de rigor mayor que el que han venido ofreciendo algunos de sus líderes. Vienen otros tiempos que exigen líderes con una gestión económica impecable en asuntos prioritarios. Y éste, sin ninguna duda, es uno de esos temas.
María Jesús Paredes Gil. Socia Directora de IG Consultoría