Esperemos y veamos
La gripe porcina ha llegado para quedarse, pero no está claro por cuánto tiempo. Tampoco sabemos cómo de peligrosa es o será, ya que el virus mutará en los próximos meses. Tendremos que esperar y ver.
El virus se ha detectado en varios países, lo que indica que es fácilmente transmisible. Y el primer caso confirmado en EE UU ocurrió en marzo. La propagación y los lapsos de tiempo entre los casos indican que la contención, llegados a este punto, no ayudará. El hecho de que esté sucediendo en primavera también es inusual -las epidemias de gripe casi siempre se dan en invierno-.
La cuestión clave es cómo de virulenta puede ser esta gripe. El virus ha matado en México a gente joven y sana, muchos de ellos con muchas probabilidades de que su sistema inmunológico haya sobrerreaccionado. Lamentablemente, esto no es demasiado diferente de como actuó la gripe española de 1918, que acabó matando a decenas de millones de personas. Los casos en EE UU no han seguido el mismo patrón. Es demasiado temprano para conocer la peligrosidad del virus.
La aparición de una nueva variedad de la gripe es una mala noticia, pero hay varias razones para no perder la esperanza. La medicación antiviral continúa funcionando, aunque podría dejar de hacerlo en función de la mutación del virus. A diferencia de 1918, ahora tenemos antibióticos con los que luchar contra las infecciones secundarias que causaron tantas muertes. Y, a diferencia de la gripe aviar, seguramente no haya problemas inherentes para la producción de las vacunas.
Pero todo puede cambiar. La gripe porcina mutará en verano porque los virus cometen muchos errores cuando se copian a sí mismos. Las nuevas variedades de gripe pueden ser especialmente descuidadas.
Lo único que está claro es que la información aparecerá de manera poco sistemática. Alguna será verdad, otras mentira y muchas irrelevantes. Todo será susceptible de malinterpretaciones por los expertos. Y en una era en la que los mercados ya están en ascuas, esto amplificará los errores. Pocas cosas son más contagiosas en Wall Street que el pánico y los rumores.
Por Robert Cyran.