Madoff arruina el espectáculo
¿Eso es todo? ¿La mayor estafa financiera en la historia cerrada más rápido de lo que se tarda en decir saqueo? Por duro como pueda ser para las víctimas de Bernard Madoff aceptarlo -de Israel a Colombia y de Milán al Upper East Side de Nueva York, éstas han perdido 65.000 millones de dólares-, el escándalo parece ser un caso cerrado. Madoff ha esperado a declararse culpable a finales de esta semana ante un tribunal de Manhattan por 11 delitos graves, que conllevan una condena de prisión de 150 años.
Madoff proporcionó el punto de exclamación para el pánico de 2008. La pacífica conclusión del cuento es casi una decepción. Cuando el ardid epónimo de Charles Ponzi estalló en 1920, los inversores defraudados irrumpieron a las puertas de su casa. El domicilio de Madoff en Park Avenue está tranquilo. Sus ricachones clientes quedarán atrapados en debates legales en su mayoría sin sentido sobre 'cálculos confiscatorios' -sin sentido porque el dinero ha desaparecido-.
Aún más, un duramente peleado proceso habría sido un espectáculo bienvenido. Pero no, Madoff no aterrizará donde los chicos malos de Enron, Ken Lay y Jeff Skilling, o de Tyco, Dennis Kozlowski, lo hicieron. Ni alegatos de inocencia ni justificaciones de compras de cortinas de baño. Y no habrá una cruzada de la acusación para explotar la publicidad. Por supuesto, algún neoyorquino puede ver eso -no el nuevo Rudi Giuliani- como una bendición.
La emotiva confesión de Madoff ha sido un asunto privado, no un drama público. Es una desviación del comportamiento normal de un timador. Piensen en Samuel Israel. No sólo defraudó a los clientes de su hedge fund Bayou, sino que además falseó su propia muerte y fue durante tres semanas prófugo de la justicia.
Aún no es bastante. La acusación podría presentar algún llamativo documento como arma. Pero parece que el mundo tendrá que hacerlo sin revelaciones excitantes de, digamos, deshonestos miembros de la familia, cómplices poco probables, conexiones con el Mossad o vengativos gánsteres rusos. El fraude de Madoff establece nuevos estándares de escala, duración y reputación de las víctimas. Pero su drama está listo para finalizar con un quejido. Un anciano de 70 años con un abrigo de Barney ingresará en un penal, donde pasará tranquilamente el resto de su vida.
Por Rob Cox