Solbes no es aficionado a la caza mayor
El vicepresidente Pedro Solbes utilizó ayer su particular ironía para expresar la envidia que le produce la condición de ex ministro que acaba de estrenar Mariano Fernández Bermejo. Los escándalos de espionaje y de presunta corrupción ligados a la gestión urbanística que han agitado estas semanas las aguas del PP han servido para eclipsar el grave devenir de la recesión y también para desviar, siquiera provisionalmente, el foco que el primer partido de la oposición había colocado sobre el máximo responsable de la política económica, al que suele presentar como un ministro desganado y somnoliento, atento a las primeras señales de enojo que pudiera ofrecer José Luis Rodríguez Zapatero para tomar las de Villadiego. Si se lee al pie de la letra, la ironía de ayer de Solbes conduce a conclusiones graves: se antoja difícil imaginar que con la que está cayendo, el presidente pueda retener al frente de la política económica a alguien que busca huir de sus responsabilidades. Como Solbes es ya un responsable político con denso relato y no es la primera huella que deja en los últimos meses de su cansancio, cabe interpretar que la envidia que profesa por el ex ministro de Justicia deriva no tanto de las ventajas de una privilegiada jubilación como de una queja no exhibida todavía en público por el escaso respaldo que muchas de sus iniciativas para navegar por la crisis económica están recibiendo en La Moncloa.
Quienes han tenido ocasión de frecuentar estos días el estado de ánimo del presidente del Gobierno constatan que, además de estar casado con Sonsoles, sigue matrimoniado con las encuestas. Como es obvio, no aluden a la demoscopia destilada en el País Vasco y Galicia, cuyos resultados estarán a la vista el próximo domingo, sino más bien a las tomas de temperatura que periódicamente llegan a Presidencia sobre todo tipo de debates, que han terminado por influir más que las sugerencias del vicepresidente económico en la toma final de decisiones. Hasta la mesa del presidente han llegado iniciativas para reconsiderar determinadas decisiones de estímulo fiscal, limitar algunas iniciativas que navegan en la marea keynesiana y alimentarán el endeudamiento y afrontar con valentía reformas que llevan meses paralizadas en la desordenada mesa del diálogo social. ¿Estamos ante un vicepresidente dormido o ante un vicepresidente rendido?, se preguntan no pocos dirigentes socialistas al tanto de estos acontecimientos.
Quienes hayan seguido hasta aquí esta crónica se preguntarán la razón por la que Solbes ha robado protagonismo a Fernández Bermejo justamente el día en que se producirá el relevo de este último al frente de Justicia. La respuesta la daba ayer un alto cargo socialista al interpretar los efectos que tendrá la dimisión irrevocable del ex ministro y la caza a lazo de su sucesor, el gallego Francisco Caamaño: quienes pensaban que después de las elecciones del domingo, Zapatero iba a mover el banquillo, se han vuelto a equivocar. El propio Solbes, aventuró ayer que la caída de Bermejo no preludia una crisis de Gobierno, pues se trata de un episodio 'puntual'.
Las circunstancias mandan. Caamaño conoce en profundidad la mayoría de los proyectos en los que estaba involucrado el ministro de Justicia y tiene el encargo de sacarlos adelante por medio del diálogo, reconduciendo el enfrentamiento con los jueces. La pena, según se reconoce en el PSOE, es que el recambio no se produjera hace dos semanas, dejando al PP sin falsos escudos para sus escándalos. En cambio, para los tiempos difíciles que se avecinan y que, posiblemente, harán inevitable medidas excepcionales en el ámbito financiero, Solbes carece en estos momentos de relevo. Por eso, Zapatero debería agradecer al vicepresidente que cargue sus cartuchos de ironía y no sea aficionado a la caza mayor.