Si compra un reloj de lujo, prepárese para sumar gastos
Jason Wong compró a su esposa un reloj Chopard Happy Diamonds hace tres años. No tuvo en cuenta los 155 euros extras anuales para nuevas correas de cuero, que tienden a decolorarse y dejar rastros de tinte en la ropa. 'Uno no piensa en esas cosas cuando compra', dijo Wong, de 34 años, que trabaja en una compañía tecnológica en Hong Kong. 'Si compro la correa de acero inoxidable, me va a costar otro montón de dinero'. Seguirá arreglando el Chopard para que su mujer esté contenta, pero por ahora no ampliará su colección de 10 relojes.
Unos 127 millones de relojes suizos necesitarán mantenimiento al finalizar un auge exportador de cinco años que aprovechó la búsqueda de estatus por parte de nuevos ricos en todo el mundo. Los costes pueden tanto sorprender a los usuarios como ser una carga para los fabricantes, cuando traten de complacer a los clientes en medio de una recesión.
'Cuando alguien compra un Mercedes, acepta que en dos años el auto necesitará servicio', recuerda el máximo responsable de Baume & Mercier, Michael Nieto, que prefiere no especificar cifras de gastos en reparaciones. 'Cuando se trata de relojes, la gente no lo entiende'. Su marca, Jaeger-LeCoultre y Cartier pertenecen a Richemont, la segunda compañía de bienes de lujo del mundo.
Walter von Kaenel, presidente de Longines, de Swatch, cuenta que la marca no obtiene ganancia alguna con las reparaciones, que ocupan a 60 personas, un décimo de su personal. Swatch es la mayor compañía de relojes del mundo. El año pasado Suiza exportó relojes por 11.300 millones de euros. Swatch y Richemont tuvieron márgenes en torno al 20% en 2007. Ahora, 2009 se perfila como el peor año para el sector desde la crisis del cuarzo, que volvió obsoletos los relojes mecánicos y destruyó 60.000 empleos en los años setenta y ochenta del siglo XX.
Los fabricantes reavivaron la demanda de relojes mecánicos, que suponen cerca del 15% de las exportaciones, al enfatizar la trabajosa artesanía y los costosos materiales que apoyan la comercialización de un reloj como un bien de lujo antes que como una manera útil de saber la hora.
Daniel Pasquier, ejecutivo de relaciones públicas en Ginebra que posee dos relojes antiguos, abandonó su hobby a causa de las sombrías perspectivas económicas.
Los costes de relubricar y cambiar los sellos de su reloj Oris de 10 años y un Jaeger-LeCoultre de 1970 llegaron el año pasado a 670 euros. 'Uno se pregunta si vale la pena tomarse la molestia de reparar un reloj', agregó. 'Al final no tiene sentido'.