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Secretos de despacho

El arte y los detalles de Ruinart

Jean-Christophe Laizeau trabaja arropado por fotografías y escritos de sus allegados.

Es un enamorado del arte. De hecho, Jean-Christophe Laizeau, nacido en Gien (Francia) hace 30 años, estudió Historia del Arte en la Escuela del Louvre y durante un tiempo trabajó como tasador de arte. Desde hace tres años es embajador de la casa de champán más antigua de Francia, Ruinart, fundada en 1729 y perteneciente al grupo LVMH, Moët Hennessy Louis Vuitton. De siempre le ha gustado el lujo y rodearse de cosas bellas. 'Cuando trabajé como tasador de arte fue cuando me impregné de toda esta esencia, ya que trabajar con obras de Picasso o de Renoir supone una experiencia única. Para dedicarse al negocio del lujo hay que tener una especial sensibilidad', afirma.

Dice que tanto en el negocio del champán como en cualquier otro del sector en el que se mueve el grupo LVMH hay que saber utilizar la alegoría, 'explicar las cosas, ver más allá de lo que en principio nos dice un producto, captar todos los matices'. Porque, según Laizeau, el lujo es más que una agenda de Louis Vuitton, 'por poner un ejemplo, es valorar un producto hecho a mano de forma artesanal, que ha cuidado todos los procesos de fabricación'. Durante cuatro años trabajó para Yves Saint Laurent, y esa fue 'la mayor escuela de sensibilidad del mundo del lujo, y no sólo es hacer un vestido bonito, sino la manera en que se abre la puerta a un cliente o se eligen determinadas flores para decorar una tienda, son detalles que sirven para cuidar y mimar a los clientes y a las personas que trabajan contigo'.

Jean-Christophe Laizeau se encuentra de visita en España porque Ruinart está presente en la feria de arte Arco con una obra del diseñador modernista holandés Maarten Baas, un homenaje a Dom Ruinart a través de El Bouquet de Champagne. Se trata de una escultura que recuerda a una gran lámpara de araña de más de ocho metros de largo, valorada en 100.000 euros, y que se extiende sobre un mantel. La base es una placa transparente sobre la que se sostiene una sofisticada pieza de cristal de Murano de cuyos brazos penden velas y copas de diseño para la degustación de los sabores habituales de las añadas de Ruinart: desde los cítricos a las frutas rojas y el regaliz.

Su despacho, situado en el elegante París, no sigue los cánones decorativos por los que se rige el resto del grupo LVMH, donde las paredes son todas de color blanco. Laizeau necesita estar arropado por elementos amables y que le inspiren para acometer la jornada laboral. 'Necesito tener retratos y un ambiente cálido y propicio para la creación de ideas. No me gustan los espacios fríos y poco acogedores'. Cree que una empresa, al fin y al cabo, es un estilo de vida donde cada uno pueda desarrollar su propia personalidad. 'Ruinart es más que una compañía, es una casa de lujo y ha de tener una atmósfera creativa para seguir enriqueciendo nuestro producto'.

Sobre su mesa de trabajo siempre tiene velas, por supuesto, de una marca especial, de Astier de Villate. 'Mi despacho tiene que tener un olor especial y eso me lo proporcionan estas velas que son orgánicas, hechas de una parafina especial'. También le arropan libros de arte, de vino, un volumen escrito por Martha Stewart, la empresaria estadounidense que creó un imperio con su negocio de estilo de vida y cocina y que fue encarcelada por haber utilizado información privilegiada al vender acciones de su empresa. No es lo único, también tiene obras con la historia de las marcas del grupo empresarial para el que trabaja, la exclusiva guía con los mejores lugares del mundo editada por Louis Vuitton y un reloj regalo de su madre donde consulta la hora de cualquier lugar del mundo.

Pero los grandes protagonistas del despacho son dos grandes paneles donde Jean-Christophe Laizeau tiene pegadas fotografías, recortes de prensa y notas de afecto que le han enviado su familia y amistades. 'Me reconforta tenerlos cerca y sentir que están a mi lado en todo momento'.

La tradición aristocrática de dar las gracias

Cuenta que en Francia sigue vigente una tradición aristocrática por la que cuando alguien organiza una cena, almuerzo, picnic o cualquier otro acontecimiento social, es costumbre enviar un tarjetón manuscrito al día siguiente dando las gracias por la invitación. Una muestra de este elegante gesto la guarda en su despacho: se trata de una botella realizada en papel maché por la artista Isabelle de Borchgrave en agradecimiento por 'el maravilloso' almuerzo campestre que organizó Jean-Christophe Laizeau en Bruselas. 'Es una pequeña obra de arte porque la artista, además de amiga mía, tiene una gran reputación profesional. Me encanta guardar todos estos detalles'.Su jornada laboral la reparte, a partes iguales, entre la oficina, donde se dedica a reflexionar y a pensar sobre cómo hacer mejor las cosas, y las labores de relaciones públicas y de expansión de la marca Ruinart. 'En estos tiempos hay que pensar en el futuro, en nuevos a caminos a seguir con la marca, pero también es muy valiosa la opinión del equipo directivo, ya que es importante contar con todo tipo de ideas'.Entre sus aficiones se encuentran el arte contemporáneo, la música clásica (en especial la ópera), montar a caballo y nadar.

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