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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La flexibilidad es el mejor bálsamo

Confemetal, la patronal que agrupa a las empresas del metal, ha solicitado al Ministerio de Economía aclaración respecto a la previsión de IPC para este año. Su pretensión es disponer de una referencia oficial que sirva para enmarcar la negociación salarial con los sindicatos. El Gobierno ha contestado que no deberá pasar del 1%.

El objetivo de precios marcado por el Banco Central Europeo (BCE) se ha venido utilizando como base desde que la entidad se hizo cargo de la política monetaria de la zona euro. Normalmente su previsión no se ha puesto en entredicho; sin embargo, para este año Fráncfort ha repetido su objetivo del entorno del 2%, alejado de unas perspectivas realistas de IPC. La Comisión Europea ha fijado para España una previsión del 0,6%, aunque el Gobierno mantiene un deflactor en su revisión del cuadro macroeconómico cercano al 1,6%. Como extremo, Funcas habla de un IPC medio del 0,1%, aunque prevé un 1,5% en diciembre.

La fuerte caída de la inflación en los últimos meses -que ha colocado el índice de enero en el 0,8%, su nivel más bajo desde 1952- y la profunda recesión internacional apuntan a que el 2% del BCE está desfasado. Así, no tiene sentido que la negociación salarial pivote sobre esa cifra. La falta de alternativa justifica la necesidad de que el Gobierno ofrezca un nivel de referencia que tenga trazas de realismo. Será la mejor manera de cerrar las puertas a una conflictividad que ni patronal ni sindicatos, y mucho menos el Ejecutivo, desean. Y que desde luego, contribuiría a que las empresas superen la crisis con menor desgaste.

Con la petición de una referencia de inflación, la patronal busca la complicidad del Gobierno para contener los salarios en un entorno económico que la CEOE ha tildado acertadamente de 'excepcional'. Porque es sensato decir que la situación exige medidas extraordinarias. Los sindicatos, por su parte, alegan que en tiempos de vacas gordas aceptaron la previsión del BCE para asegurar la contención salarial a pesar de los fuertes crecimientos en los beneficios empresariales de los últimos años. Ambos son argumentos válidos.

Pero ignorar la realidad sería suicida. Por eso la mejor solución no es sólo sentarse a negociar, sino que la negociación avance ya. Unos y otros han de ser conscientes de la gravedad del aumento del paro, que se ha llevado cerca de medio millón de empleos sólo en un trimestre. Ante esas sombras en el mercado laboral, salvar el máximo de puestos de trabajo es el objetivo a enfocar por el diálogo social. En ese sentido, los sindicatos no pueden sostener peticiones salariales por encima de una inflación realista y los empresarios deben mantener su propósito de cuidar el empleo.

Para ello, todas las partes deben abrirse, como ya están haciendo algunas empresas, a nuevas concepciones sobre el empleo y la retribución. Y la flexibilidad es el mejor camino en una situación de recesión como la actual. Sindicatos y patronal están obligados a encontrar el mejor acuerdo, anteponiendo siempre el empleo a otras exigencias. En los 15 años de bonanza lo supieron hacer. Ahora que llegan las vacas flacas es cuando unos y otros tienen que demostrar que sus altas dotes de responsabilidad no eran un mero escaparate.

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