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Un 6 siempre ha sido más que un 5

España tiene fama de ahuyentar cerebros y no recuperar a los que andan fuera de sus fronteras. Pero parece que ni siquiera espera a que se acaben de formar esos cerebros para empezar a maltratarlos.

Ese es el caso de los jóvenes españoles (la mayoría hijos de funcionarios comunitarios) que han tenido el privilegio de estudiar en algunas de las Escuelas europeas que la UE tiene en Bruselas, Luxemburgo, Munich o Alicante. Sin entrar a valorar la calidad de esas Escuelas, parece indudable que sus alumnos tienen de entrada la ventaja de formarse en un medio multicultural y plurilingüístico. Casi todos terminan el bachillerato dominando otros dos idiomas, además de la lengua materna.

Muchos de ellos quieren seguir su formación en universidades españolas y cabría imaginar que se les recibiría, como mínimo, con las mismas condiciones que a los estudiantes procedentes de cualquier otro centro nacional. Pero no es así. Todo lo contrario.

Se les penaliza como consecuencia de las diferencias entre el sistema de puntuación español y el de las Escuelas europeas. Este último es más exigente porque calcula las notas en una escala de 6 (aprobado) a 10 y no a partir de 5 como en España. Pero al homologar las calificaciones, las autoridades españolas traducen el 6 como 5, y con el cambio reducen todas las notas del estudiante y sus posibilidades de acceder a la carrera universitaria que desean.

La Asociación de Padres de esos alumnos se ha cansado de la injusticia. Y hoy, ha entregado en la Representación Permante de España ante la UE una solicitud para negociar una reforma del sistema y acabar con la discriminación que sufren sus hijos. El cambio no sólo beneficiaría a los alumnos de las Escuelas europeas, sino también a la universidad española.

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