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Consumid, consumid, malditos!

El presidente del Gobierno reconoció ayer que no puede solucionar él solo la crisis, algo que cualquiera mediadamente observador ya sabía. Pidió un esfuerzo colectivo a consumidores con empleo, a empresarios, a grandes accionistas de grandes compañías y a la banca, etc. un compromiso social para salir de ésta en un año. ¿Dónde hay que firmar?. Consumid, consumid, malditos! Invertid, invertid, malditos! Conceded crédito, asumid riesgo, malditos!. Se hará lo que se pueda, presidente. Para eso estamos, presidente. Pero usted tiene que poner algo más, tiene que tener más respuestas: devolver al mercado exterior la credibilidad económica de España, prendida ahora por alfileres, y necesaria para que los flujos de inversión y confianza estén garantizados, y generar en el interior las expectativas de que habrá un crecimiento potencial poderoso para absorber el principal desequilibrio: el desempleo.

José Luis Rodríguez Zapatero se sometió anoche ante la calle a las preocupaciones reales de la gente, esas de las que en periodo electoral prometen no olvidarse nunca, pero cuyo eco se pierde en los frondosos bosques del complejo de La Moncloa. La corrección de sus políticas de seguridad interior y exterior, y la reducción del nivel de ruido territorial centrífugo ha evitado a Zapatero las críticas más ácidas. Y más allá de la media docena de preguntas sobre las cuestiones ideológicas en las que él se siente como pez en el agua (aborto, divorcio, laicismo), el debate de TVE sacó lo que al personal le preocupa: la crisis económica.

Aunque no pidió disculpas a los "agoreros antipatriotas" que hace más de un año le advertíamos de lo que se nos venía encima (servidor está abrumadamente sorprendido de la velocidad de la caída de la actividad y de su dimensión, sinceramente), admitió que hay una crisis seria, y que este año será tan malo como 2008, será "un año muy difícil". A las preocupaciones de la gente recordó los planes del Gobierno para dar liquidez a la banca, los planes de inversión municipal y las líneas de crédito para garantizar el flujo de circulante en las empresas. Pero no hubo respuestas.

Le honra reconocer que no tiene capacidad el Gobierno por si solo para solucionar lo que está ocurriendo, y pidió el consurso de todos los agentes sociales y económicos que disponen de empleo y renta segura para que echen una mano a quienes no disponen de ninguna de las dos cosas. A los desempleados, como siempre, le ofreció subsidio.

Señor presidente: los parados quieren empleo, no subsidio. Los consumidores quieren horizontes despejados (ya sé que no depende solo de usted) y certeza de que las expectativas son buenas y de que su renta es permanente (¡qué poder tienen las expectatvias en las decisiones de la gente corriente, presidente!). Los empresarios quieren seguridad de que su inversión no se diluirá con la parálisis de la demanda. Los banqueros quieren ganar dinero, como toda la vida.

Para que todos esos deseos se cumplan el Gobierno debe poner en marcha no menos de una decena de reformas que devuelvan la fe al capital exterior, a la iniciativa interior y a las familias. Deben creer que la base de crecimiento económico se ensancha sin generar inflación para repartir la riqueza generada, cuya fórmula más infalible, señor presidente, no son los impuestos, sino la creacíón de empleo.

Todo estos usted lo sabe, porque tiene gente avispada a su alrededor. Pero los pasos, el liderazgo, tiene que poonerlo ustes. Para eso le pagamos. Reforme la educación para devolver el esfuerzo y la calidad a las aulas, y olvídese de los papanatismos ideológicos. Reforme el mercado laboral para que la determinación de salarios responda al esfuerzo y el mérito de cada uno, y haga atractiva la contratación de nuevo. Reforme la justicia, para que dos millones de personas no estén pendientes de irrelevantes juicios para tomar esta decisión o la contraria en su vida. Reforme la energía, para que sea barata, segura y eficiente, sin olvidarse de que la tecnología hace de la generación nuclear algo muy alejado de los monstruoso que vimos en Chernobil. Cree un mercado para el agua, para que, pagando lo que sea, cada cual disponga de los recursos que precisa para su actividad, aunque sea jugar al golf, que también crea empleo, presidente. Reforme la fiscalidad de las empresas para incentivar el uso intensivo de tecnología. Reforme la fiscalidad personal para incentivar el desempeño personal. Reforme la Seguridad Social para que no proyecte dudas sobre el retiro de la gente. Reforme la ley de suelo para que cada cual construya donde quiera, siempre que urbanice y no dañe el medio ambiente, y no esté en manos de un concejal con un rotulador rojo.

Reforme, reforme, maldito!

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