Equipo de rivales
En los últimos días ha habido una actividad frenética por parte del presidente electo de EE UU, Barack Obama, para ultimar los detalles de su equipo de Gobierno. El proceso está siendo, como su campaña electoral, un modelo de organización y disciplina.
En estos primeros momentos lo que más ha llamado la atención ha sido su decisión de incorporar a sus principales rivales durante las primarias del Partido Demócrata a su Gobierno. Tras una elección muy reñida y dura, Joe Biden fue elegido como candidato a la vicepresidencia; la senadora por Nueva York, Hillary Clinton, será presentada en los próximos días como nueva secretaria de Estado, y estará a cargo de la política exterior del EE UU, y Bill Richardson, gobernador del Estado de Nuevo México, será propuesto como secretario de Comercio.
Esta sorprendente decisión de incluir a sus rivales tiene pocos precedentes y ha generado mucho debate en EE UU. Muchos la comparan con la decisión de Abraham Lincoln -uno de los más reverenciados presidentes de la historia de EE UU- de incorporar a sus rivales a la presidencia a su Gobierno (en este caso William H. Seward, Salmon P. Chase y Edward Bates), en lo que se ha dado en denominar el team of rivals (o equipo de rivales).
El razonamiento de Lincoln, como el de Obama ahora, fue que en un momento de gran crisis para el país (que se enfrentaba al espectro de la guerra civil), necesitaba a las personas más capacitadas para que le ayudaran y le aconsejaran. Fue una sabia decisión que contribuyó a la victoria de la Unión en la guerra civil.
Con el país en medio de una de las peores crisis económicas de la historia, inmerso en dos guerras, y con retos muy importantes en áreas como el medio ambiente, la Seguridad Social, el sistema sanitario, la educación, la inmigración y el terrorismo, Obama ha decidido dejar de lado las diferencias y confrontaciones con sus rivales directos y tratar de formar un Gobierno con las figuras más relevantes, preparadas y respetadas de su partido. También ha tomado la decisión de dejar a un republicano, el actual secretario de Defensa, Robert Gates, en su cargo, en un guiño a los republicanos para tratar de construir puentes, y además evitar la posible resistencia de las Fuerzas Armadas a su decisión de retirar las tropas de Irak.
Muchos han criticado muy duramente estas decisiones porque al incluir a políticos que llevan años en Washington y en la política, parecen contradecir el mensaje de cambio en que se centró su campaña. Obama ha preferido, sin embargo, apostar por la competencia (algo de lo que ha carecido el Gobierno de Bush) y la experiencia, en un momento en que hay poco margen para el error y para los experimentos.
Donde ha habido poca sorpresa y menos polémica ha sido en la elección del equipo económico. El nombramiento del actual presidente de la Reserva Federal de Nueva York, Timothy Geithner, como secretario del Tesoro, y de Larry Summers, ex secretario del Tesoro con Clinton, como director del Consejo Nacional Económico, han sido muy bien recibidas por los mercados. Con este anuncio Obama ha querido enviar un mensaje nítido de que la nueva Administración ya está manos a la obra en la elaboración de medidas para afrontar la crisis.
Geithner, pese a su relativa juventud (tiene 47 años), es universalmente respetado. Ha trabajado ya en tres Administraciones distintas y con cuatro presidentes de la Reserva Federal. Junto con Summers jugó un papel clave en las soluciones de las crisis mexicana y asiática de los noventa, y en los últimos meses se ha ganado el respeto y la admiración por su papel en la actual crisis.
Muchos de los que se han involucrado en las decisiones de las últimas semanas sostienen que Geithner ha estado más predispuesto que el actual secretario del Tesoro, Hank Paulson, a considerar medidas creativas para afrontar la crisis. Su reconocida sensibilidad cultural (ha estudiado japonés y chino), paciencia y sentido del humor serán de gran ayuda en negociaciones con otros países.
Pese a no tener una formación formal en economía, Geithner está considerado como un gran pragmático (como Obama) que no tiene temor a experimentar. Sólo le preocupa tomar las decisiones correctas, y se le reconoce una gran capacidad de comunicación y persuasión (dotes de cuya falta adolece Summers). Fue de los pocos que se atrevió a enfrentarse a Greenspan y defender que las innovaciones que según Greenspan hacían el sistema financiero más seguro al diversificar el riesgo, podrían tener el efecto contrario al amplificar una crisis si se producía un shock. El tiempo le ha dado la razón.
Posiblemente ningún equipo económico desde la Segunda Guerra Mundial se ha tenido que enfrentar al desafío que espera a estos hombres de tratar de sacar a la economía estadounidense de la recesión y reformar un sistema que se ha probado deficiente.
El nuevo equipo económico está dejando claro que la actitud del Gobierno de Bush de esperar a que la crisis explote, de negar la evidencia y de no hacer casi nada por evitarla (¿suena a algo en España?) no será admisible a partir del 20 de enero. Han expresado su intención de tomar todo tipo de medidas para atajar la crisis, y ya han empezado a trabajar con los líderes del Congreso para tener un paquete listo el mismo día de la toma de posesión. Mucho está en juego. Es de esperar que así sea.
Sebastián Royo. Decano en la Universidad de Suffolk en Boston, director de su campus en Madrid y codirector del seminario de Estudios Ibéricos de Centro de Estudios Europeos de la Universidad de Harvard