¿Hay vida tras un cargo ejecutivo?
Manuel Martínez traza un paralelismo entre las teorías de la Tierra cóncava de Fisher y la vida del ejecutivo después de los 49 años, momento en el que, rechazado por muchos, debe iniciar su renacimiento.
En el año 1942, el doctor Fisher organizó una expedición a la isla báltica de Rugen. Esta expedición trataba de demostrar que la Tierra no era convexa sino cóncava. Yo hago la misma reflexión cuando pienso en la vida del ejecutivo en su día después. Su vida deja de ser convexa y se vuelve totalmente cóncava; pero volvamos a nuestra historia.
El doctor Fisher creía firmemente que los seres que habitaban el globo terráqueo no estaban situados fuera del mismo, sino que habitaban en su interior. De ahí surge una segunda reflexión: el ejecutivo vive su vida dentro de su empresa y por un momento, bien sea largo o corto, llega totalmente a olvidarse del mundo exterior. Y llega el día después, en el que ha de reencontrarse con un mundo externo que le es totalmente desconocido.
Fisher equiparaba la situación del hombre dentro del globo terrestre a las moscas que andan acorraladas dentro de una esfera donde tratan de encontrar tanto su lugar como su esencia dentro de la misma. Y creía que, al encontrarnos dentro de una esfera cóncava, habitábamos como en el interior de una bola apresada en una masa de roca que se extendía hasta el infinito.
Cuando Fisher llega a la isla de Rugen dirige todos sus nuevos aparatos hacia el cielo dibujando exactamente un ángulo de 49 grados. Es decir, un círculo de 7x7 o el ciclo budista del renacimiento, que supuestamente se produce exactamente 49 días después de la muerte. La vida del ejecutivo es muy similar a todos estos parámetros y ciclos, ya que después de los 49 años está prácticamente desechado y debe iniciar de una forma u otra, más o menos convulsiva, un nuevo renacimiento. En el mejor de los casos, quizá pudiera renacer en otra empresa. Pero el problema con el que se encuentra nuestro ejecutivo del día después es que la mayoría de las empresas ya no quieren a nadie que haya completado su ciclo de 7x7.
¿Qué hacer entonces? Fisher nos dice que vivimos pegados a una superficie cóncava que para él representa la Tierra. El ejecutivo del día después también se encuentra pegado a una superficie cóncava, traducida en su antigua empresa, de la que, por más que lo intenta, no logra despegarse. Para Fisher, el cielo se encuentra en el medio de esa superficie. Para el ejecutivo, el cielo se encuentra también en el medio. Pero en el medio de su vieja empresa. Ese cielo para Fisher es como una masa de gas azulado que tiene unos pocos puntos brillantes denominados estrellas. Para el ejecutivo, los puntos brillantes representarían su 'mala estrella' a la que le habrían llevado las decisiones de otros y no las suyas propias. Dentro de este universo de Fisher existen un sol y una luna, mucho más pequeños de lo que afirman los astrónomos más ortodoxos. Para nuestro ejecutivo existen su sol y su luna, pero tan sólo dentro de su propio universo, que en la mayoría de los casos se convierte en algo totalmente inalcanzable. Fisher concluye su exposición manifestando que, aunque no nos guste y aunque también nos pese, el universo no es más que esto: un vacío. Como el vacío que experimenta el ejecutivo que empieza a entender que está solo, que siempre ha estado solo y que, tanto antes como ahora, vive como envuelto dentro de una roca.
La teoría de la Tierra hueca la podemos encontrar a través de numerosas leyendas e historias que han pululado por todos los rincones de la Tierra. Esta teoría se puede aplicar a ese ejecutivo que busca una nueva empresa, quizá no tan hueca como la que acaba de dejar detrás. Tierra o empresa hueca, por lo tanto carente se sentimientos.
¿Qué importancia tienen los sentimientos en la civilización moderna? Nuestro ejecutivo del día después vivía en una Tierra hueca, pero se encontraba arriba. Debajo de él existía un mundo diferente del que estaba totalmente ajeno. Ese ejecutivo que un día se sintió como Gilgemish y fue capaz de descender a los infiernos de su propia empresa o aquel otro ejecutivo que se sintió como Orfeo e inició el descenso a lo más hondo para buscar el alma de Eurídice.
¿Pero es que acaso el alma de Eurídice puede encontrarse dentro de una empresa? ¿No nos habremos confundido en nuestra búsqueda? ¿Y qué me dicen de Lord Pacal, que a través del mundo maya bajó a los mismísimos infiernos para encontrar las respuestas que dieran sentido a su vida?
El ejecutivo del día después bajó a las profundidades tratando de encontrar ese respeto que ahora se le niega y volvió no con las manos vacías, sino llenas de indiferencia y desdén.
Hoy nuestro ejecutivo mira atrás y se da cuenta de que el Sol, tal y como afirmaba Fisher, no estaba encima de la Tierra, sino que estaba en el centro de ella. Ese sol era su propia empresa, que emitía unos rayos tan fuertes que hacían que su posición fuera totalmente cóncava. Cuando nuestro ejecutivo logra salir de esa masa pegadiza se da cuenta de que el sol ya no existe, ni tampoco la lógica ni los modos de pensar racionales, sólo le queda su intuición. Su empresa ya no es el centro del mundo. Se encuentra sólo, envuelto dentro de una masa espesa de la cual ya no puede escapar, pero por fin ha entendido que la Tierra es cóncava.
Manuel Martínez. Dramaturgo, escritor y numerólogo