Revisar la actividad y los Presupuestos
El Gobierno reconoció ayer que retocará sus previsiones de crecimiento para 2009, lógicamente a la baja, porque el escenario económico se mueve cada día y a una velocidad vertiginosa. Eso significa que ya no sirve el 1% de crecimiento del PIB establecido en los Presupuestos Generales del Estado para 2009. El secretario de Estado David Vegara adelantó ayer que los cambios en el cuadro macro se harán en diciembre, cuando se disponga de información adicional tanto de las variables en negativas, como el desempleo o la inversión y el consumo privado, como en las positivas, como la caída de los precios de la financiación. Entonces, el Gobierno actualizará también el Programa de Estabilidad, en el que las reglas de juego para toda Europa habrán cambiado radicalmente.
La revisión no sorprende a nadie. Todos los organismos internacionales o los analistas privados rehacen sus previsiones con una velocidad de vértigo. De hecho, reconocen que cada apuesta se hace vieja de inmediato por la evolución tan rápida de las variables. El servicio de estudios del BBVA cuantificó ayer que el PIB español decrecerá un 1% el próximo año, cuando hace tan sólo dos meses consideraba que crecería al menos medio punto porcentual.
Pero el Gobierno debe acompañar su revisión, que ya que llega a última hora debería ser más atinada que las conocidas hasta ahora, con un movimiento coherente en sus estimaciones presupuestarias, puesto que, de lo contrario, entrarán en vigor completamente muertas. Con un crecimiento negativo como el que manejan los analistas privados, y con todos los respetos para el que estime el Gobierno, las previsiones de ingresos fiscales difieren ostensiblemente de las presupuestadas, al igual que muchas partidas de gastos, como el servicio de la deuda (se han hecho ya más emisiones de las recogidas en el proyecto financiero del Estado, entre otras cosas para financiar la liquidez de la banca) o las prestaciones por desempleo (cuyos perceptores crecen a ritmos del 40%, desconocidos desde hace años).
El debate presupuestario sigue abierto, y lo estará hasta la última semana del año como es tradición parlamentaria. El Gobierno debería aprovechar la circunstancia para ajustar las cuentas públicas y evitar la afloración de un voluminoso déficit mediado el próximo año. Con tal ejercicio, dotaría a las cuentas de mayor credibilidad y permitiría ajustar los capítulos de gasto a unas necesidades que hoy no son ni parecidas a las que en julio, cuando se elaboró el esqueleto básico del presupuesto, envolvían a la actividad.
La crisis financiera ha alcanzado tal gravedad que ha paralizado los flujos de crédito y puede secar la economía real, hasta el punto de que la prioridad de las políticas económicas, tal como algunos líderes europeos empiezan a apuntar, debe ser el estímulo fiscal, seguramente más orientado a remover la oferta con inversión pública que a activar la demanda con reducciones impositivas. No obstante, España empieza a sentir el peso del mercado en sus primas de riesgo, y tras los esfuerzos ímprobos por alcanzar el equilibrio de cuentas, sería más prudente explorar los reajustes de gasto para no perder el rigor y reconocimiento ganado en las plazas financieras.