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¿Buscará Europa su Obama?

Una de las claves del éxito de la campaña de Obama, según algunos analistas, ha sido dirigirse al electorado de todo el país, sin fragmentarlo por regiones o por categorías de votantes. Una lección que quizá pueda ser útil para las elecciones al Parlamento europeo que se celebran dentro de menos de ocho meses y en las que la UE intentará desesperadamente frenar el imparable aumento de la abstención en este tipo de convocatorias.

¿Pero disponen los partidos políticos políticos europeos de un candidato con el suficiente carisma para movilizar al electorado por encima de las fronteras lingüísticas y culturales que separan a los 27 países de la UE?

El Partido Popular, que es la formación mayoritaria en el actual Parlamento y ocupa la presidencia de la Comisión Europea, ya ha declarado que su candidato europeo será José Manuel Barroso. Pero el actual presidente de la CE, además del lastre de su foto en las Azores con Bush, Blair y Aznar, no tiene ni el carisma ni la trayectoria necesaria para mejorar la participación electoral en los 18 países donde la abstención superó el 50% en las elecciones de 2004.

Los socialistas contaban al menos con su obama particular, Tony Blair. Pero el desprestigio por la guerra de Irak y su connivencia con la administración Bush no le convierte en un candidato de consenso. El vacío en este partido parece tan evidente que el propio José Luis Rodríguez Zapatero ha dado su apoyo esta semana a Barroso para repetir en 2009 como presidente de la CE, a pesar de que el Tratado de la UE vincula el nombramiento al resultado de las elecciones al Parlamento. O Zapatero piensa que los socialistas europeos no van a mejorar sus resultados o cree que, aunque lo hagan, deben apoyar al candidato popular a la presidencia de la CE. Una perspectiva que difícilmente movilizará a las bases del socialismo europeo.

Los Verdes cuentan con Daniel Cohn-Bendit, el legendario Dani el Rojo del 68 parisino. Pero no es un partido con votos suficientes para controlar el Parlamento europeo ni para aspirar a la presidencia de la Comisión Europea.

De modo que si no cambia el panorama, las elecciones europeas de junio de 2009 volverán a ser una decepcionante convocatoria que sólo sirve para que los electores nacionales ajusten cuentas con sus respectivos gobiernos.

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