¿Quién ganará en EE UU?
A pocos días de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, la mayoría de las encuestas dan una ventaja al candidato demócrata, Barack Obama. Sin embargo, pocos se sienten cómodos pronosticando un resultado definitivo. Tras una campaña dura y reñida, hay varios imponderables que hacen difícil cualquier pronóstico. El más importante (y desafortunado) tiene que ver con la raza del candidato demócrata. Es la primera vez en la historia que un candidato de color tiene posibilidades reales de ganar las elecciones presidenciales y esto genera incertidumbres sobre el impacto que el racismo pueda tener en las decisiones de los votantes.
Durante las últimas semanas los comentaristas políticos se han referido incesantemente al llamado efecto Bradley que hace alusión a la campaña a gobernador de California de 1982 en la que participo el ex alcalde de Los Ángeles, el afroamericano Tom Bradley. La mayoría de las encuestas (incluidas algunas a pie de urna) daban la victoria a Bradley por varios puntos, pero pese a todo perdió por un margen considerable.
Esta derrota dio lugar a nuevos estudios que han tratado de explicar el error de esas encuestas. La hipótesis más aceptada ha sido que los votantes blancos, ante el temor de ser tildados de racistas, fueron reacios a decir la verdad a los encuestadores sobre por quién iban a votar, y prefirieron decir que iban a votar por el candidato de color o que iban a abstenerse.
Hace ya más de 25 años de esta elección y varios estudios han tratado de confirmar y rechazar esta hipótesis. En una investigación reciente de la Universidad de Harvard, el profesor Daniel Hopkins ha estudiado 133 elecciones a gobernador y al Senado de Estados Unidos entre 1989 y 2006. Según los resultados de este estudio, antes de 1996 el gap medio para candidatos afroamericanos era de 3,1 puntos porcentuales, pero desde ese año se ha reducido a -0,3 puntos porcentuales.
En las últimas elecciones al Senado del Estado de Tennessee en 2006, en las que perdió el candidato negro, volvió a haber especulación sobre la posibilidad de que se hubiese repetido el efecto Bradley. En este caso los estudios poselectorales demostraron que no se había producido. Ambos casos parecen rechazar el efecto Bradley.
Sin embargo, la derrota del senador Obama en las primarias de New Hampshire frente a la senadora Hillary Clinton, pese a ir por delante en prácticamente todas las encuestas tras su victoria en Iowa, han vuelto a dar alas a la posibilidad de que el efecto Bradley pudiese haber sido un factor. Es probable sin embargo que otros factores, como el hecho de que el nombre de Clinton figuraba el primero en todas las papeletas o que la senadora estaba por delante de Obama en todas las encuestas antes de las primarias del Estado de Iowa, puedan explicar este resultado.
Una investigación reciente de la Universidad de Washington ha estudiado detenidamente los resultados de las primarias demócratas y republicanas de este año y ha concluido que el efecto Bradley ha podido ser un factor en función del número de votantes afroamericanos de cada Estado.
En aquellos Estados en los que la población afroamericana era de menos del 8%, las encuestas de antes de la elección solían sobreestimar a Obama, en aquellos en que la población afroamericana era entre el 10% y el 25%, el apoyo a Obama se mantenía dentro de los márgenes de error de las encuestas, y si era de más del 25% las encuestas le estimaban por debajo del resultado final.
Este estudio parece confirmar que el efecto Bradley se produce en aquellos casos en que la población afroamericana es menor del 8%, pero al mismo tiempo muestra que en los casos en que es mayor del 25% se produce un efecto Bradley revertido ya que los votantes afroamericanos no han sido suficientemente representados en las encuestas, o han podido ser reacios a expresar su apoyo por el candidato de color. Esto puede ser un factor determinante porque los electores afroamericanos han apoyado masivamente (en un 97%) a Obama durante las primarias. Este problema no se produjo en las elecciones primarias republicanas, donde los candidatos eran todos blancos, y las encuestas pronosticaron los resultados finales correctamente.
Por tanto, hay argumentos a favor y en contra del efecto Bradley, lo que nos obliga a ser cautelosos sobre su posible impacto en las elecciones presidenciales, y más porque no hay ningún precedente en elecciones a este nivel. Otros factores, como el voto por correo (que ha aumentado espectacularmente en estas elecciones), la participación (la campaña de Obama ha tenido un gran éxito en registrar a cientos de miles de votantes no tradicionales, como los jóvenes, afroamericanos y los más pobres, pero queda por ver si se decidirán a votar), y sobre todo la crisis económica que hasta este momento parece haber favorecido claramente a Obama, van a desempeñar también un papel fundamental.
En definitiva, es todavía prematuro pronosticar un ganador. Pese a que Obama se ha puesto por delante en las encuesta de Estados tradicionalmente republicanos, como Virginia y Carolina del Norte, la media de las encuestas de la última semana le dan una ventaja de menos de siete puntos.
Para ponerlo en perspectiva, ésta es la misma ventaja que tenía John Kerry sobre Bush hace cuatro años a dos semanas de las elecciones. En esa campaña el vídeo de último momento de Osama Bin Laden pudo haber jugado una mala pasada al candidato demócrata. Una semana en una campaña presidencial es una eternidad y puede pasar de todo.
Sebastián Royo. Decano en la Universidad de Suffolk en Boston, director de su campus en Madrid, y codirector del seminario de Estudios Ibéricos de Centro de Estudios Europeos de la Universidad de Harvard