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Columna
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Cumbre sin traductores

Estos días en San Salvador todo son preparativos en torno a la inminente Cumbre Iberoamericana de jefes de Estado y de Gobierno, convocada en su XVIII edición para la semana próxima. Se trata de un encuentro de familia, sin traductores, fuera de las estructuras especializadas que aúnan los países según áreas geográficas diferenciadas -Centroamérica, Comunidad Andina o Mercosur- o para emprender tareas en distintos campos: económico, político, educativo, universitario, audiovisual, de defensa o medioambiental.

Sin la presión de fijar acuerdos, la ocasión servirá para debatir sobre el temario inicial, que tenía como lema la juventud, al que ahora por necesidades sobrevenidas se ha venido a sumar la evaluación de las repercusiones de la crisis económica, que acaba de invadirnos a todos procedente de Wall Street.

Como siempre, el primer parámetro que utilizará la prensa para medir el éxito de esta convocatoria será el del número y la calidad de la asistencia. En San Salvador prevalece la idea de que ésta será una de las ocasiones más nutridas. Dicen los salvadoreños que todos los grandes, incluido el brasileño Luiz Inácio Lula, han confirmado que vendrán y que también lo han hecho los socios más polémicos, como el venezolano Hugo Chávez o el boliviano Evo Morales.

La cumbre registrará la presentación en sociedad del recién elegido presidente de Paraguay, Fernando Lugo. Por el contrario su vecino, el presidente de Uruguay, Tabaré Vázquez, se ha excusado con un viaje ya comprometido por lejanas tierras; todavía quedan dudas sobre el ecuatoriano Correa, y sigue la incógnita de quién encabezará la delegación cubana, aunque en esa rifa el ministro de Exteriores, Felipe Pérez Roque, tiene casi todas las papeletas. Si viniera el improbable Raúl Castro sería su estreno en estos fuegos de campamento y puede que también su despedida, en momentos inesperados de grave derrumbe de ese capitalismo que siempre les era propuesto a los castristas como inevitable solución final.

Asombra que los colegas de la Asociación de Periodistas Europeos y de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano se hayan adelantado de nuevo por decimocuarta vez con su Foro de Comunicación, que ha inaugurado antes de ayer, miércoles, el presidente de la República, Elías Antonio Saca. La aparición del primer mandatario a las 09.30 horas en el hotel Hilton fue todo un compendio demostrativo de cuántas solemnidades inútiles y despilfarros sin sentido suelen acompañar a las más altas autoridades de los países pobres, en abierto contraste con la austeridad de que hacen gala los países ricos, donde los máximos dirigentes se muestran asequibles con los medios de comunicación.

El presidente vino al aula del foro precedido por un numeroso equipo de seguridad y envuelto en una burbuja de colaboradores y edecanes además de algunas piezas de mobiliario ad hoc con bandera, atril, presentadora y autoparlante propio, incluidos. Una vez el presidente en el estrado sonó el himno nacional, luego su speaker particular le dio la palabra para que leyera un texto de compromiso lleno de elogios a los periodistas, concluido el cual emprendió la retirada envuelto en la misma burbuja que a su llegada, sin que se le pudiera formular pregunta alguna.

El centenar de periodistas del Foro de Comunicación procedentes de los países iberoamericanos, incluidos España y Portugal, así como de otros países de la UE, entraron en abierto debate con el ex presidente de Bolivia Carlos Mesa; el escritor mexicano Carlos Monsivais; la editora económica del diario brasileño O Globo Cássia Almeida, y el diplomático y escritor español José María Ridao, para analizar las perspectivas del continente latinoamericano, la evolución política, las dosis de populismo incorporadas en los nuevos procesos constitucionales y la ineficiencia de los Estados para invertir las realidades de exclusión social y los índices de pobreza, así como para proveer los bienes básicos de la educación, la sanidad, las pensiones y sobre todo la seguridad pública.

Ahora todos quieren fortalecer el Estado y recuperar la credibilidad de los partidos y de los líderes desprestigiados por la corrupción que refleja el refrán mexicano según el cual 'un político pobre es un pobre político'.

Miguel Ángel Aguilar. Periodista

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