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Tribuna
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Impuestos: un aumento inevitable

En estos momentos de crisis económica y financiera, la recaudación tributaria en todas las Administraciones públicas está cayendo con fuerza, mientras que determinadas partidas de gasto -la del desempleo, como la más significativa- se están incrementando. En estas circunstancias, ha reaparecido el temido déficit público. Las perspectivas para 2009 son sombrías y según prevén la mayoría de analistas, instituciones y organismos internacionales, el déficit público sobrepasará el límite del 3% del PIB.

Ante estas circunstancias, las diversas Administraciones, estatal, autonómicas y locales, se plantean qué medidas tomar para 2009. La primera y más obvia es la de recortar el gasto público, antes de exigir mayores impuestos a los ciudadanos. Todas las Administraciones están elaborando presupuestos restrictivos para el próximo año, si bien existen partidas tan importantes como las referidas al gasto de las pensiones que no se pueden ni deben recortar; y otras, como la referida al seguro del desempleo, que tendrán que crecer inevitablemente. Por lo que se refiere al gasto en sanidad y en educación, es conocido por todos que existe una gran resistencia social a este tipo de recortes. Evidentemente, el lector es libre de considerar que el recorte debiera ser superior, pero los representantes políticos serán los que tengan la última palabra.

Una vez determinado el nivel de gasto público, llega la siguiente cuestión: cómo ha de financiarse, si con impuestos o recurriendo al déficit público. Las proyecciones para el próximo año indican que sin incrementos de impuestos el déficit público sobrepasará el 3% del PIB, pese a llevarse a cabo un severo ajuste en los gastos.

En estas circunstancias, un incremento de impuestos resultará inevitable por varios motivos. Primero, por el cumplimiento del Tratado de la UE, que exige limitar este déficit al 3% del PIB. Sin embargo, ésta no es la razón más importante, ya que es probable que la propia UE tenga que flexibilizar estos requisitos, puesto que varios estados incumplirán las normas. Una segunda razón, con mucho más peso si cabe, es que un incremento de la deuda supone una mayor carga financiera, que limitará los gastos reales que se puedan financiar en el futuro; es decir, que habrá que exigir mayores impuestos futuros, para financiar un gasto público menor.

Aun así, hay quienes considerarán que, dada la situación de crisis económica y financiera, es mejor diferir los impuestos para los próximos años, pero esta solución, sin duda la más cómoda, conlleva dos problemas graves que expongo a continuación.

El primero es que nos tendremos que financiar con un coste muy superior al de los últimos años, puesto que los tipos de interés han aumentado y, de momento, las medidas para reducirlos no están funcionando. El segundo problema -que hace inevitable una próxima subida de impuestos- es la imperiosa necesidad de disciplina y credibilidad que tiene el Tesoro Público.

Si en este momento de pánico financiero, y de graves restricciones de liquidez, las Administraciones no demuestran capacidad para pagar los intereses y la devolución de la deuda emitida, no se obtendrá financiación y, si se obtiene, se hará en unas condiciones tan duras que la economía española no podrá asumirlas. Y digo economía española, en su conjunto, y no Administraciones públicas, porque el Tesoro Público es quien marca el riesgo mínimo (riesgo soberano) para todas las emisiones de deuda pública y privada de los agentes económicos de un país.

En consecuencia, la falta de disciplina y credibilidad del Tesoro la pagarían todos los agentes económicos que no podrían financiarse, o lo harían en pésimas condiciones. Estos problemas financieros supondrían una reducción adicional de la inversión, por no poderse financiar. La consecuencia inmediata es más desempleo y la caída en un círculo infernal de agravamiento de la crisis.

El condicionante de disciplina del que hablamos es aún más fuerte si se tiene en cuenta que el Tesoro Público emitirá un importe enorme de deuda para canalizar este dinero al sistema bancario. Si se pretende que este plan de inyección de liquidez tenga éxito es imprescindible que los inversores, especialmente los exteriores, que son la clave del éxito del plan, confíen en la capacidad de repago del Estado español; y eso es incompatible con un déficit público desbocado.

En conclusión, la subida de impuestos para el próximo año será inevitable. Ahora la cuestión es saber cuáles serán los que subirán, pero ésta es otra historia que debe ser comentada en otra ocasión.

Francisco de la Torre Díaz. Secretario de la Organización de Inspectores de Hacienda del Estado

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