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Columna
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Los bancos tienen dinero, ¿llegará a la economía real?

La actuación rotunda y coordinada de los grandes países europeos y EE UU ha tranquilizado, por el momento, a los mercados. La celeridad con la que el Gobierno español ha concretado el apoyo a la banca impulsó el pasado lunes una subida histórica de la Bolsa. Parece que las instituciones han conseguido generar confianza al garantizar los depósitos para evitar una dantesca retirada de fondos y salvar a los bancos enfermos de la quiebra al avalar y financiar sus operaciones.

Hasta donde conocemos, todas las medidas han beneficiado al sector bancario, con el argumento razonable de que son el cimiento del sistema económico. Todo nuestro edificio de desarrollo y bienestar se derrumbaría si se tambaleara en demasía. Hasta ahí de acuerdo. Bajo esa premisa, los Estados van a endeudarse hasta las cejas, prestando a los bancos e, incluso, entrando en su capital.

Ante esta crisis, se han puesto todos los huevos en la cesta bancaria. Pero como la economía no se limita a las financieras, debemos dudar sobre la eficacia de las medidas. ¿Beneficiarán realmente a las empresas y familias? ¿Servirá para reactivar la demanda? ¿Se refinanciarán las hipotecas de los endeudados o se les ejecutarán sin piedad? Por todo eso, tiene razón Rajoy cuando pide garantías para la permeabilidad de esos cuantiosos fondos públicos. Si no llegan a la base, habremos salvado por ahora a los bancos, pero estaremos excavando la tumba para nuestra economía productiva.

Nouriel Roubini ha saltado a la fama como gurú. Publicó en febrero un documento, Riesgo de un colapso financiero o los doce pasos del desastre que está por venir que ha sido el guión fiel de la película a la que hemos asistido. 'Nos encontraremos con una recesión económica global conforme las pérdidas y la restricción del crédito se expandan por el planeta. Veremos pánico, ventas desesperadas y desplome en el precio de los activos que traerán consigo quiebras de entidades sistemáticamente importantes y ampliarán los negativos efectos financieros y económicos de la crisis. La política monetaria y fiscal serán ineficaces. La falta de confianza generará un deseo de acumulación de efectivo que hará impotente cualquier acción sobre los tipos de interés. Debemos estar preparados para lo peor: el colapso del conjunto del sistema'.

Nos suena la música, ¿verdad? Pues Roubini plantea las soluciones coordinadas que serían precisas adoptar. Un nuevo recorte masivo de tipos de interés, la garantía generalizada de todos los depósitos, provisión masiva de fondos a las entidades financieras solventes y a las empresas productivas solventes que sufren problemas transitorios de tesorería. También políticas fiscales expansivas, incremento del gasto público, cobertura por desempleo, devoluciones de impuestos a los ciudadanos de rentas más bajas y apoyo a aquellas Administraciones regionales más necesitadas. Y, por último, congelación de la carga financiera de aquellos particulares que no pueden afrontar sus pagos y paralización inmediata de las ejecuciones hipotecarias.

Las instituciones han puesto en marcha casi todas las iniciativas a excepción de la última, que no por ello es la menos importante. Cientos de miles de empresas y familias no podrán atender sus deudas. A los tres meses del primer impago, el banco queda obligado a considerar en mora al préstamo y a iniciar la ejecución de garantías. Los endeudados perderían lo avalado, y el banco recuperaría en teoría lo prestado. La morosidad puede desestabilizar las cuentas bancarias y arruinar a empresas y familias que podrían ser solventes a pesar de su problema de liquidez. Además, el subastar a la baja esos inmuebles en el mercado retroalimentaría la espiral bajista de sus precios. Por todo ello, como propone Roubini, los bancos deberán renegociar los préstamos de las familias y empresas carentes de liquidez a pesar de su solvencia.

La solución no podrá venir tan sólo de las inyecciones financieras a los bancos ni, mucho menos, de sus nacionalizaciones. Si la economía real sigue desmoronándose, la morosidad y la falta de actividad terminarán afectando a los bancos. Pasaremos de un escenario de bancos privados arruinados a uno de bancos públicos en la miseria, un panorama aún más desalentador, toda vez que el Estado deberá responder al creciente gasto social.

Las medidas adoptadas tendrán que complementarse con facilidades para la devolución de los préstamos e hipotecas a las familias y empresas. Si no se detiene la ejecución de las hipotecas y no se facilita la refinanciación del pasivo de los cientos de millones de endeudados, el sistema se colapsará de nuevo en los próximos meses.

Manuel Pimentel

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