Los clubes londinenses repudian a los financieros
Jonathan Downey, propietario del East Room, un club en pleno corazón financiero de Londres, asegura que un banquero es la última persona que querría como miembro de su entidad. 'No queremos el arquetipo de idiota de la City, que gasta su dinero en el bar, actúa como un bufón y molesta a las mujeres', explica Downey, cuyo club carga a las cuentas bancarias de sus miembros una cuota de 445 euros para hombres y de 190 para mujeres.
Los financieros, que constituyen el 85% de los trabajadores de la City, se ven excluidos de los clubes más exquisitos de la capital británica. Descartados por establecimientos con siglos de antigüedad como el elitista White's and Brooks's, que prefiere con mucho a la nobleza, a los oficiales militares y a los políticos, los banqueros no son bien recibidos ni siquiera en los nuevos.
'No son lo suficientemente agradables', aclara Mark Wakefield, responsable de clubes en el servicio de conserjería Quintessentially. 'Si trabajas en la City, desgraciadamente esto es algo que el dinero no puede comprar'. En su opinión, a los nuevos clubes no les interesan 'los abogados, los banqueros, ni siquiera los promotores inmobiliarios. Ellos quieren gente creativa'. Wakefield aconseja a sus clientes sobre qué clubes resultan más adecuados en función de sus perfiles y sobre en cuáles de ellos tienen posibilidades de ser aceptados.
En el Londres de principios del siglo XXI existen dos clases de clubes privados: una, establecida; la otra, en desarrollo. La primera, que apareció en el siglo XVII, se concentra en torno a Piccadilly, en el West End. El duque de Wellington, por ejemplo, fue miembro del club Cavalry and Guards, mientras que Winston Churchill pertenecía a White's. Son la clase de clubes que ofrecen bibliotecas, mayordomos, antigüedades georgianas y la compañía de terratenientes aristocráticos.
La segunda clase, creada con la apertura del Groucho en Soho en 1985, está integrada por establecimientos repartidos por toda la ciudad. 'Este tipo de establecimientos busca miembros sobre todo en los sectores de los medios y la creatividad'', asegura Cecilia Stainow, portavoz del Soho House Group.
'Me siento herido, más que herido, me siento humillado', confiesa Daniel Hernández, un joven ejecutivo que trabaja en el departamento de venta de derivados de Commerzbank AG. Hernández llegó a plantear una solicitud de admisión en el Shoreditch House, regentado por el grupo Soho House. 'Es un club, así que supongo que como todo el mundo tienen derecho a decidir qué clase de clientes quieren tener. Prefieren clientes del mundo de las artes más que del mundo del dinero'.
Shoreditch House, al este del distrito financiero, abrió en junio de 2007. La supermodelo Helena Christensen lo ha visitado, mientras que Kevin Spacey, actor y director artístico del teatro Old Vic, se ha decantado por el Soho House, en el West End.
Los clubes no revelan la identidad de sus miembros invitados, explica Stainow. Así, Soho House Group proporciona catas de vino y proyecciones privadas de cine, Shoreditch House tiene una piscina en la azotea y el principal atractivo de Bungalow 8 es su exclusividad.
En cualquier caso, en lo que concierne a los más de 300.000 empleados de servicios financieros que trabajan en Londres, pertenecer a los clubes es cuestión de estilo, no de riqueza, señala Jonathan Downey desde el club East Room. Y es que los banqueros son conocidos 'por actuar según el tipo de razonamiento que sostiene que si se tiene dinero se puede hacer lo que se quiera', añade Downey.
Para Georgios Ouzounis, analista de hedge fund de Kyte Capital Advisors, el tema está muy claro. 'Rechazar a alguien por el mero hecho de provenir de la banca es una forma de discriminación', concluye.