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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Europa precisa más poderes financieros

En el pasado fin de semana de infarto, cinco Gobiernos europeos -Gran Bretaña, Alemania, Bélgica, Holanda y Luxemburgo- intervinieron para asegurar la supervivencia de entidades bancarias y evitar el pánico en sus clientes. El de Francia podría ser el próximo en actuar en defensa de la entidad franco-belga Dexia, cuya cotización se desmoronó ayer. Dinamarca o Islandia (que aunque fuera de la UE está muy ligada a las economías escandinavas) también se han sumado al club de los damnificados por el maremoto bancario.

Europa ha sido engullida con rapidez e intensidad por la onda expansiva de la crisis financiera y los problemas en sus entidades, como en las americanas, se suceden, a la espera de ver cuál será el efecto del rechazo que anoche encajó, en el Congreso de Estados Unidos, el programa de rescate diseñado por Paulson y Bernanke. Europa está cuantitativamente menos expuesta a la crisis financiera, pero tiene menos resortes de respuesta: las tomas de decisiones son lentas por la responsabilidad repartida entre los 16 miembros de la zona euro o, lo que es más complicado, los 27 países de la Unión Europea.

Lo que ocurre en el sistema financiero de la zona euro, para bien o para mal, es de la incumbencia de toda la zona, aunque un protocolo no regularizado establece que cada país, con los recursos de su Hacienda, debe hacerse cargo del salvamento de los bancos que lo precisen en su zona de influencia, tal como ha ocurrido el fin de semana, donde Bélgica, Holanda y Luxemburgo han corrido con los gastos del rescate de Fortis.

El BCE y los ejecutivos europeos deben articular herramientas para asegurar la participación y coordinación ante una crisis como la actual, cuyas consecuencias últimas aún desconocemos. Hasta ahora el rigor de la supervisión, las exigencias de capital y la disposición de provisiones ante impagados han corrido suertes diferentes en función de cada país. Pero las circunstancias exigen una unidad de criterio preventiva, seguramente aplicando el protocolo más exigente del continente, que en este caso es el español.

Y, por si todos los diques fallan, Europa precisará no sólo un banco central único, sino una Hacienda única, y en su defecto, un fondo de recursos lo suficientemente capitalizado como para esquivar el colapso del sistema. Nicolas Sarkozy, el presidente francés, ha tomado la iniciativa política solicitando la coordinación de los países europeos para dar respuesta común a esta crisis, aunque seguramente los acontecimientos irán más rápidos que los políticos y burócratas de Bruselas y Fráncfort. Incluso en Estados Unidos, más diligente que el Viejo Continente para solucionar los laberintos económicos, ha sido así.

El plan de rescate diseñado por Paulson ha sido inicialmente rechazado, abriendo una incógnita descomunal en los mercados financieros. Seguramente será retocado para disponer del visto bueno de los políticos. Pero debe quedar claro que esto es sólo el fin del principio: la afloración de daños está lejos de concluir a los dos lados del Atlántico, y sólo cuando haya cesado la hemorragia comenzará la recomposición de las economías. El coste y el tiempo para volver a la normalidad no son ahora calculables.

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