Aires orientales en Yamaha
El vínculo de Jorge Lasheras (Barcelona, 1943) con Yamaha es anterior a la implantación de la firma japonesa en España. Después de haber estudiado Económicas en Barcelona y Economía Internacional en Ginebra, trabajaba en el instituto Batelle en la ciudad suiza cuando recibió una oferta de la multinacional para hacerse cargo del marketing de motocicletas en Europa. 'No me gustaba la idea de trasladarme a Ámsterdam, pero al final acepté', explica. 'Entonces Yamaha ya pensaba en establecer una fábrica en Europa, y España era uno de los candidatos'. Así que estuvo en Ámsterdam hasta 1980 y después volvió a Barcelona y empezó a trabajar en el proyecto español. El centro de producción se instaló en L'Hospitalet (Barcelona) un año más tarde, en una antigua fábrica de la marca Sanglas. Posteriormente, en 1988, se trasladó a un polígono industrial de Palau-Solità i Plegamans (Barcelona), donde Lasheras tiene su despacho.
Al consejero delegado no le disgusta trabajar en un polígono. 'Hay suficientes restaurantes en los pueblos de al lado como para que no echemos de menos Barcelona, aunque lógicamente hay menos oferta', explica. 'Pero digo lo mismo que hace 20 años, que falta transporte público'. El espacio de trabajo de Lasheras es amplio y muy luminoso. Aparte de su mesa personal, tiene otra a la que pueden sentarse con comodidad cinco o seis personas. Cuenta además con una sala anexa. 'Es el despacho que utiliza cuando viene alguna vez el chairman de Japón y que yo empleo para recibir algunas visitas'. La sala es en realidad un salón muy amplio y acogedor, con una mesa para ocho personas y varios sofás y vitrinas, donde el directivo guarda los regalos 'de un cierto nivel' que ha recibido durante su trayectoria en Yamaha. 'Lo que más les asombra a los japoneses cuando vienen a vernos es la cantidad de metros cuadrados de los que disponemos', explica.
A pesar de estar a punto de cumplir los 65 años, no piensa en la jubilación: 'Me divierte mucho lo que hago y disfruto trabajando'. Viaja con cierta frecuencia a Ámsterdam, donde está la central de gestión europea, y a Italia y Francia 'para conocer la actividad del grupo en otros países y valorar si hay algo que se puede adaptar'. Capítulo aparte merecen sus viajes a Japón. 'Suelo ir un par de veces al año, así que habré estado unas 60 veces. Lo conozco bien y me encanta.'
Cuenta que la mentalidad japonesa ha cambiado mucho en los últimos años. 'Ahora Japón se está abriendo, su expansión actual no tiene nada que ver con la de hace 25 años, ahora ya hay muchos rodando por el mundo', afirma. 'Su pensamiento es distinto del nuestro, sin duda, y hay que aprender a trabajar de una manera que no es la tuya'.
El directivo cuenta que recuerda con frecuencia la teoría que le explicó el presidente de Yamaha Europa en 1974, cuando Lasheras entró en la compañía. 'Decía que los occidentales razonamos en forma rectilínea, mientras que los japoneses razonan en círculos concéntricos o en espiral'. En la práctica, explica, eso se traduce en que los orientales hablan con muchos implicados, recaban muchas opiniones y le dan muchas vueltas a los asuntos antes de tomar una decisión, mientras que los occidentales somos más lineales. 'Puede dar la sensación de que ellos pierden mucho tiempo al principio en esa política de consenso, pero una vez tomada la decisión van como una moto', asegura. No se decanta por ninguna de las dos maneras de trabajar. 'En los dos mundos y siguiendo las dos filosofías hay empresas que funcionan, no es necesario elegir entre una y otra'.
Yamaha tiene en España una plantilla de 500 trabajadores y produjo el año pasado 107.000 unidades, de las que exportó un 67%. Por tratarse de una firma multinacional, Lasheras dice valorar mucho el inglés a la hora de contratar a un directivo. 'Es cierto que cada vez menos, pero todavía es difícil encontrar gente que sepa trabajar en inglés. El 50% de las reuniones que mantengo son en esa lengua y es necesario dominarla para tratar con nuestros centros de Ámsterdam y Japón'.
Un casco de samurái, talismán
Un casco de samurái. Ese es probablemente el objeto que más llama la atención en la sala anexa al despacho de Jorge Lasheras. El consejero delegado de Yamaha Motor España guarda en la habitación, que también utiliza para recibir a personalidades importantes, los obsequios 'que desde un punto de vista emotivo son especiales para la compañía'.Lasheras muestra con orgullo el casco de samurái y dice estar convencido de que ha servido de protección 'en los momentos de crisis que ha vivido la compañía'. Uno de ellos fue el incendio que arrasó la planta de producción de Palau-Solità i Plegamans (Barcelona) en septiembre de 1991, cuando no hacía ni tres años que se había inaugurado. 'En menos de un año habíamos puesto en marcha un centro de producción nuevo en el mismo lugar y aprovechado para ampliar su superficie'.El directivo, que tiene dos hijos, no exhibe fotos que aporten muchos detalles de su vida personal. 'No me gusta mezclarla con la laboral', asegura. Un cuadro de La Pedrera, de Antoni Gaudí, revela su pasión por el arquitecto catalán, una temática recurrente a la hora de elegir obsequio para sus colegas japoneses.Al máximo responsable de Yamaha en España no le preocupa demasiado la decoración de su despacho. 'Soy práctico, utilizo las sillas como perchas para la americana'.