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Qué pena de diseñadores

Innovar. Es la palabra que ejecutivos, empresarios, consultores, profesores de escuelas de negocios y todo aquel que quiera dárselas de moderno tiene últimamente en la boca. Sospecho que muchos hablan de innovación sin saber muy bien de lo que hablan, sólo porque está de moda. Dice la Real Academia de la Lengua que innovar es 'mudar o alterar algo, introduciendo novedades'. Aclarado el termino, da la sensación de que España es un país rompedor en iniciativas e ideas. Si fuera así, no tendríamos miedo a perder comba en cuanto a competitividad y productividad.

Empresarios y ejecutivos manifiestan que están abiertos a todo tipo de propuestas, vengan de donde vengan, para ser diferentes y distinguirse en el mercado. Es más, la mayoría asegura con orgullo que las compañías que lideran premian las propuestas que provienen de los estamentos más bajos de su organización. ¿Habría que ver cuántos de esos proyectos salen realmente a flote y se ponen en marcha? Pocos. Sirva como muestra el informe Doing Business 2009, publicado anualmente por el Banco Mundial, y en el que se elabora un ranking de países en los que se puede iniciar un negocio. En España se ponen trabas, ya que figura en esta clasificación en el puesto 49, retrocediendo cinco puestos con respecto a la edición anterior, y por detrás de Kazajistán y Botswana.

A los impedimentos para crear empresa, se une la falta de creatividad que parece haberse instalado como un mal endémico. Se habla de ser distintos, pero pocos saben hacerlo. Recientemente se ha celebrado la Pasarela Cibeles, rebautizada como Cibeles Madrid Fashion Week. El cambio de nombre es a lo más que parece haber llegado la innovación en la moda. A nada más. Durante una semana, los diseñadores, la mayoría jóvenes, han mostrado sus propuestas, que se esperaban rompedoras. Una vez más no lo han sido. Los consagrados de la aguja tampoco lo han sido. Viven inmersos en su mundo y hacen gala de una escasa creatividad. Lo más grave es que ni aprovechan las subvenciones que reciben para montar sus desfiles. Hacen colecciones aburridas, que no logran vender. Precisamente, una gran compañía española les ha echado un capote, ayudándoles a vender con descuentos la colección que acababan de presentar para la primavera-verano de 2009. Lo curioso es que aquellos que no reciben ayudas son los que más venden. La necesidad agudiza el ingenio.

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