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Tribuna
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Recuperar la confianza en el producto chino

A ninguna empresa le gusta perder dinero y mucho menos que su reputación se vea dañada. Sin embargo, hay compañías que están muy cerca de sufrir las dos cosas y necesitan ajustar sus procesos de negocio para retomar las riendas de su futuro. Esta amenaza la están viviendo sobre todo numerosas empresas importadoras de productos chinos. A finales del año pasado, tras la retirada de varios productos chinos del mercado, muchos consumidores reaccionaron como si todo lo fabricado en China fuera peligroso o estuviera defectuoso, generando una situación muy incómoda para las empresas importadoras. Las últimas noticias relacionadas con la leche adulterada no han hecho sino echar más leña al fuego.

Hoy por hoy, China no es reemplazable como país productor. No podemos olvidar que el 72% de todas las importaciones que se producen cada año en Estados Unidos proceden de China, un negocio que mueve 14.000 millones de dólares. ¿Cuántos países pueden desarrollar una industria de fabricación de la noche a la mañana, con un valor de producción de 14.000 millones de dólares? Muy pocos. En Vietnam, por ejemplo, aunque los costes de producción también son bajos, no cuentan con la capacidad suficiente para realizar negocios con este volumen. Cualquier país que pretenda reemplazar a China tiene que empezar por multiplicar su capacidad productora.

Otro factor diferencial de China es que cuenta con la cadena de suministro completa dentro del país. Además, los proveedores chinos ya están establecidos en los clientes y reemplazarlos de la noche a la mañana resulta una tarea imposible. Adicionalmente, las infraestructuras han mejorado significativamente, sobre todo en comparación con otros países de producción de bajo coste como India o Vietnam.

Ante esta situación, los importadores ya han empezado a implantar tres puntos clave en sus procesos de negocio. En primer lugar, muchos disponen ya de un proceso para la evaluación de sus proveedores, asegurándose que cuentan con los mejores estándares de calidad. En segundo lugar, existe un contacto directo con los directivos de cada proveedor y, por último, existe una gestión y un seguimiento pro activo de las relaciones con proveedores chinos, lo que fomenta la búsqueda de soluciones a corto plazo.

Cuando se firma un contrato con un proveedor y se busca la construcción de relaciones sostenibles y basadas en la confianza, resulta fundamental tener en cuenta los factores culturales. Se espera, especialmente en China, que en una relación a largo plazo se mantenga una comunicación abierta: cuanto más conozcas al proveedor, mejor sinergia puede crearse, generando un beneficio mutuo. Minimizar la exposición al riesgo es una ventaja competitiva, por eso las mayores compañías ya han establecido estándares de calidad.

Una de las conclusiones positivas de todo este proceso de cambio es que la transparencia en el mercado ha aumentado y se ha generado una mayor disciplina alrededor de la selección y gestión de proveedores, algo que resulta positivo para el negocio, ya que asegura una mejor calidad y refuerza la confianza de las empresas en el producto.

Recuperar la confianza en el made in China pasa por encontrar un equilibrio entre el riesgo y el precio, de manera que se aprecie mejor la ventaja real que genera el entorno de mercado de bajo coste de China. Sin duda, alcanzar esta situación generaría mayor confianza en el consumidor de cualquier parte del mundo. Además, el consumidor chino se beneficiaría aún más, ya que sería consciente de la importancia de producir con calidad un producto nacional. El caso de los productos chinos retirados del mercado ha permitido a las empresas volver a evaluar sus relaciones comerciales y todo lo que respecta a éstas, elevando el nivel de gestión del riesgo que hasta ahora se producía.

Fernando Pasamón. Socio del Área de Servicios de Expansión Internacional de Deloitte

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