El mercado autodestructivo
El dinero, dicen, es miedoso. Pero lo que no se sabía es que puede también ser autodestructivo. Porque eso es lo que parece que está sucediendo en el mercado estadounidense en estos momentos. El pánico a nuevas quiebras en el sector financiero ha llegado a tal extremo que en estos momentos no está muy claro si las entidades se desploman porque están quebradas o quiebran porque el mercado las desploma. Sea como fuere, el sistema financiero se está yendo al garete por una falta absoluta de confianza en sí mismo.
Ayer los inversores, o la irracionalidad que los dirige en estos momentos, pusieron el punto de mira sobre Morgan Stanley, y la entidad sufrió las consecuencias en toda su intensidad: el precio de los bonos y de las acciones se desplomó, en tanto que el riesgo de quiebra, desbocado, llegó a superar al de Lehman Brothers, la anterior entidad en la lista negra del mercado.
Lo curioso de la historia es que los resultados que presentó la compañía el martes por la noche no fueron malos en absoluto. Es más, la compañía adelantó un día la presentación de sus cifras precisamente para evitar especulaciones que pudieran provocar la debacle que se vio ayer. Incluso sopesa, según comentaba la cadena CNBC, fusionarse para evitar caerse con todo equipo. Es decir, lo que hizo Merrill Lynch, que parece que este pasado fin de semana le vio las orejas al lobo y buscó coartada para evitar las iras del mercado.
Los grandes bancos de inversión son, probablemente, culpables de todo lo que les pase. Más que nada porque no es normal que haya pasado un año desde que estalló la crisis y aún no se conozca exactamente cuál es el monto total (si a estas alturas vale algo) de su exposición a los activos hipotecarios de alto riesgo.
Y, ante la duda, el que pega primero, pega dos veces, como dice el refrán. Lo malo es que a estas alturas de la película ya sabemos que no son víctimas aisladas. Cada vez que quiebra una entidad, caemos todos con ella.