Rusia y la guerra del gas
El fallo es valorado como un éxito. La fuerza aérea rusa fracasó en su intento de dañar el oleoducto Bakú-Tiflis-Ceyhan (BTC), pero los cráteres dejados por las bombas y vistos en el lugar por un corresponsal del Wall Street Journal muestran que se esforzaron mucho. Pero esto no suaviza el mensaje de Moscú.
El quinto día de la guerra en Osetia del Sur, junto con el bombardeo sobre BTC -que Moscú negó al principio- ayudó a Rusia a describir a Georgia como una zona de conflicto peligrosa, inapropiada para los conductos que Europa quiere utilizar para sus suministros de energía. Así que, pese a las apariencias, los aviones rusos han acertado.
BP, la gran petrolera británica que dirige BTC -un oleoducto de 1.700 kilómetros de largo que transporta el crudo de Azerbaiyán hasta la costa turca-, ayudó a reforzar la lección. Cerró el oleoducto la semana pasada después de una explosión en el este de Turquía, reivindicada por los separatistas kurdos. Y después de que comenzaron las hostilidades en Osetia del Sur, BP clausuró un gasoducto que discurre al lado de BTC y dijo que no podría cumplir los contratos del conducto Bakú-Supsa, más pequeño, que transporta petróleo a la costa de Georgia.
Los aviones rusos también pueden haber asestado un serio golpe a un gasoducto que ni siquiera existe: el tanto tiempo planeado proyecto Nabucco, subvencionado por EE UU y la UE, que se supone que llevará el gas de Asia Central a Europa evitando entrar en territorio ruso. El plan ya tenía problemas, el menor de los cuales no era el que no esté exactamente claro qué gas se supone que transportará. Sumar el conflicto de Georgia a las nada pacíficas zonas de tránsito en Irán o Turquía no contribuye a sus posibilidades de éxito.
Claramente, Moscú está intentando recuperar su antiguo monopolio de la era soviética sobre el petróleo y los gasoductos del este. Su eslogan de marketing es sencillo: el único socio seguro es Rusia.
Los mayores clientes europeos -Alemania, Italia y Francia- pueden señalar que Rusia es en efecto un proveedor fiable que siempre ha cumplido sus contratos. Pero si estos clientes quieren diversificar su acceso a la riqueza de Asia Central, tendrán que involucrarse seriamente en hacer de la región un lugar más seguro.
Por Pierre Briançon
Los problemas de ser adivino
Es una maravilla, en serio, que los pronósticos del Banco de Inglaterra no consigan absolutamente ninguna atención. El banco central británico fracasó en anticipar tanto la elevada inflación como el bajo crecimiento. Pero entonces pocos expertos lo habrían hecho mejor.Es fácil examinar los fallos del Banco de Inglaterra mediante sus informes trimestrales sobre la inflación. Una vez al año, incluso incluyen una página que repasa sus documentos. El informe de agosto, publicado el miércoles, muestra un error mayor. Lo que de hecho le sucedió al crecimiento desde febrero de 2007 fue en ese momento considerado como altamente improbable, y la pauta actual de inflación como algo casi imposible. Los informes a largo plazo parecen mejores. En la última década, en sus pronósticos a dos años, el Banco de Inglaterra ha tenido más o menos razón. Esto se debe al efecto hombre del tiempo: diciendo 'más de lo mismo' normalmente se acierta. La gran prueba llega cuando los patrones cambian, y ahí es donde fracasó.Los economistas de Threadneedle Street pueden ponerse cómodos en su distinguida empresa. Es difícil pensar en un banco central, despacho del Gobierno o compañía líder del sector privado que haya anticipado el estallido global de la inflación, incluso después de que los precios de las commodities empezasen a subir hace cinco años. Así que cuando aparece la pregunta clave en estos momentos -¿Cuánto más crecerán las restricciones de crédito?-, lo que usted piense es seguramente tan válido como la opinión de cualquier experto.La explicación fácil para este fracaso general es que no se puede conocer el futuro, sobre todo cuando es diferente del pasado. Pero la profesión de economista tiene un problema particular con sus pronósticos. Los modelos que utilizan no toman totalmente en cuenta dos importantes factores. Algunos bancos centrales apoyan sólo de boquilla la importancia de la disponibilidad de moneda y crédito a precios determinados. Pero sus modelos macroeconómicos ignoran el sistema financiero. Y suponen que los consumidores desconocen los problemas transitorios que les hacen subestimar la severidad de los impactos.Tomar en cuenta al dinero y a la psicología no hará que los pronósticos económicos sean perfectamente precisos. Pero podría hacer que los pronosticadores parezcan algo menos tontos.Por Edward Hadas