Cultura y educación para crear Europa
No se discute con frecuencia, pero yace en la raíz de nuestra dificultad para construir una Europa que sea algo más que un área de libre comercio. Insistimos en olvidarnos de un elemento esencial: la dimensión cultural del proyecto europeo. ¿Cuántos políticos, incluso entre los pro europeístas, han propuesto un proyecto cultural para Europa? ¿Cuántos han propuesto un debate sobre las bases de la identidad europea? Prácticamente ninguno. La gente nos habla de la construcción económica, sospechamos que hay intereses políticos en ello, pero evitamos ofrecer oportunidades respecto a nuestros fundamentos culturales. Continuamos marcados por el pecado original de Europa; ese legítimo temor a una cultura europea uniforme que, a su vez, nos conduce a una no tan legítima posición de rechazar una política cultural. A pesar de que estamos creando Europa, nos olvidamos de crear europeos.
Sin embargo, la profunda unidad europea es esencialmente cultural. Es una determinada forma de vida y de pensar. Muchos europeos afirman que pueden viajar por cualquier región de Francia, Italia o Alemania sin sentirse extranjeros. Todos conocemos el pretexto por el que justificamos la preeminencia de la unión económica y explicamos por qué pasamos por alto la dimensión cultural: los índices desiguales de desarrollo económico.
Este olvido es estratégicamente serio. Afecta a nuestro futuro. Desde Fernand Braudel, los historiadores nos han mostrado que las capitales económicas de Europa nunca han sido sus centros culturales. Venecia y Londres han sido ciudades económicamente poderosas. Sin embargo, nunca consiguieron ejercer una primacía cultural al mismo tiempo. Florencia, en el siglo XIV, y París, en el XIX, se convirtieron en las capitales intelectuales y culturales mundialmente reconocidas. Mientras nos esforzamos por dominar el mundo económica y políticamente (o cuanto menos ser un competidor mundial importante), no podemos afirmar que algún día nos convertiremos en su centro cultural, ni tan siquiera desde nuestro propio punto de vista. Como resultado de ello, deberemos esforzarnos por hallar una identidad.
¿Qué debe hacerse? Incuestionablemente, la educación, en particular la educación superior, debe ser un factor clave. Puede que se diga que ya se ha logrado mucho con el Erasmus y los institutos europeos. Si bien estos proyectos son éxitos incuestionables, no responden plenamente al reto al que nos enfrentamos. Es bueno reunir a investigadores, pero debemos evitar que esos institutos se conviertan en plataformas al exterior.
Del mismo modo, todo el mundo habla sobre el Erasmus, pero la escala de este proyecto es hoy por hoy insuficiente. ¡Seamos ambiciosos! Debemos recuperar el espíritu de las universidades de la Edad Media, que estaban en el corazón del humanismo renacentista: todos los jóvenes europeos deberían realizar parte de su educación en un segundo país europeo.
No es algo inalcanzable. Como la educación superior, y la investigación de la que es inseparable, son por esencia universales, Europa será capaz de irradiar, mediante ellas, una fuente de saber universal, reconocida como tal por el resto del mundo. Aparte del éxito de la CEMS, los ahora famosos acuerdos de Bolonia han sido aplicados en toda Europa. Los estudiantes se ven a sí mismos como europeos y su motivación nos da esperanzas en el sueño de una Europa abierta, reforzada por su diversidad y sin la tentación de hegemonía.
En su libro El Nacimiento de Europa, el pensador francés Jacques Le Goff mostró que el hilo conductor de la unidad en Europa es la mezcla social y étnica. El nuevo proyecto estratégico de la CEMS sigue este punto de vista. Para construir su identidad, Europa debe reavivar esta noción de mezcla. No hay identidad radiante sin cultura brillante; no hay cultura brillante sin historia compartida -Europa tiene una historia compartida, y la educación secundaria debería reforzarla en todos los países europeos- o sin la presencia del otro. Esto puede lograrse mediante una educación superior efectiva.
Jean Monnet dijo: 'Si tuviera que empezar de nuevo, empezaría con la cultura'. Me atrevería a añadir a su hermano gemelo: la educación.
Bernard Ramanantsoa. Decano del HEC School of Management de París, y presidente de la CEMS (Community of European Management Schools and International Companies)