Invertir o jugar a la ruleta
Decía ayer una analista en estas mismas páginas que en el mercado actual hay que ser más psicólogo que economista. Y no le falta razón. Los fundamentales, por el momento, han quedado aparcados para cuando vuelvan los días de gloria. Ahora lo que prima es el sentimiento del mercado, la confianza, algo que hoy por hoy está por los suelos.
No hacen más que publicarse informes de análisis de compañías que ponen por las nubes a este o aquel valor y les dan precios objetivos que, a los niveles actuales, suponen potenciales de subida estratosféricos.
Pero una cosa son los analistas y otra los inversores. Y no es que los primeros estén equivocados, simplemente hacen su trabajo, que no es otro que valorar compañías en función de unos resultados futuros. Y en tanto que las previsiones para los próximos meses no se rebajen, las valoraciones teóricas son las que son y el potencial de subida va en aumento a medida que caen las cotizaciones.
Es lo que sucede cuando un mercado no discrimina entre las buenas y las malas compañías, que muchas pagan el pato por los excesos cometidos por otras. Y es entonces cuando cobra mayor sentido aquel dicho que habla de pescar en río revuelto, porque llegará un momento en que los fundamentales volverán a ser referencia para los inversores y de las cenizas del actual campo de batalla sobresaldrán los nombres de las empresas que han sido castigadas injustamente.
Para entonces el rebote puede ser vertiginoso, pero entretanto el mercado es rehén de la incertidumbre, del nerviosismo, del corto plazo y del análisis técnico, lo que da como resultado una Bolsa que se mueve a bandazos, volátil como ella sola, de la que es mejor mantenerse alejado si lo que se quiere es invertir con cabeza a largo plazo y no jugar a la ruleta en el corto.