Nueva York, más que una gran tienda
La caída del dólar ha convertido la urbe de los rascacielos en destino favorito, pero conviene no perderse sólo por las tiendas. La ciudad es mucho más que eso.
Tráfico, vetustos aires acondicionados, pesados autobuses y camiones de reparto, sirenas de bomberos y ocasionales helicópteros. Todo ello se convierte en un zumbido que no abandona a esta ciudad de múltiples caras. Es imposible conocer todas, y no sólo porque muchas están escondidas, sino porque a diferencia del ruido, que es constante, todo lo demás es mutable en una urbe que en los últimos años se ha reinventado al ritmo marcado por un insaciable mercado inmobiliario, que sólo ahora parece tomarse un descanso.
La caída del dólar ha hecho que los turistas conozcan bien una de estas caras: la de la indulgencia en el consumo que con tanto abandono han cultivado sus cosmopolitas residentes. Por obra de los mercados de cambio, las siempre exclusivas tiendas de la Quinta Avenida, Madison, el renovadísimo y ultracomercial Meatpacking o el Soho ya están al alcance de más bolsillos y ni ahora ni nunca se mira al cliente de forma crítica cuando éste lleva unas zapatillas de deporte o un pantalón raído. En esta ciudad escaparate, el aspecto del cliente no define el tamaño de su cartera. Además, en muchos comercios la rebajas se acumulan. Por eso, Nueva York es la capital de las compras.
Pero quedarse con esta cara es perder mucho de lo que la ciudad, moderna y avejentada a la vez, ofrece.
La Hispanic Society es el mayor museo español en América
Ver Manhattan desde Brooklyn es todo un espectáculo
Nueva York tiene una oferta cultural imposible de abarcar. Revistas como Time Out llenan sus agendas de una actividad diaria para la que nunca hay suficientes horas. Además de Broadway y la posibilidad de ver a artistas de Hollywood en los teatros, en la temporada de otoño e invierno es toda una experiencia ir a la ópera en el Metropolitan. Hay asientos para todos los presupuestos y algunos cuestan menos de 30 dólares. En verano, hay veces que la ópera se traslada a Central Park, donde el summerstage, el programa cultural al aire libre y gratis, es un regalo para los residentes que pueden disfrutar de actuaciones mientras hacen picnics en la hierba. Otros parques como el Prospect de Brooklyn, o el Bryant de Manhattan tras la majestuosa Biblioteca Pública, son sedes de una actividad similar.
Una de las músicas que se arraiga con mayor fuerza en la ciudad de los rascacielos, el jazz, tiene varios templos. El Jazz at the Lincoln Center (dirigido por Winston Marsalis) y el Village Vanguard son dos de ellos. Estilos diferentes para una misma pasión que donde se mueve en su propia salsa es en los pequeños bares teatros de Harlem.
Sumirse en la oferta cultural obliga a planificar la ruta por la cuadrícula del mapa de la ciudad que tiene que llevar necesariamente al MOMA. El arquitecto Yoshio Taniguchi, encargado de la última ampliación de este museo de arte contemporáneo, presentó su proyecto diciendo, 'dadme dinero y os hago un museo, dadme más y lo hago desaparecer'. Taniguchi cumplió. El soberbio edificio, hogar de Las señoritas de Avignon de Picasso, no quita ni un ápice de protagonismo a las obras.
El Metropolitan, el Guggenheim, la pequeña y recoleta Neue Gallerie, hogar de las obras de Gustav Klimt, la Biblioteca Morgan y The Frick Collection son las otras visitas obligadas del paseo por los museos. Dos de los que quedan fuera de circuito, pero por los que merece la pena dar una vuelta, son el de Brooklyn y la Hispanic Society, en Harlem. Este museo, creado por Archer Milton Huntington en 1904, contiene la mayor colección de obras de arte de la península Ibérica en el extranjero, incluidos unos magníficos retablos de Sorolla.
Para mirar hacia delante en el mundo de las artes plásticas el paseo obligado es el del barrio de Chelsea, en el que dos de cada tres puertas abren una galería de arte que muestra las últimas tendencias.
Y sí, el paseo es algo que se impone en la ciudad para ver someramente alguna de sus caras. Hay que andar por la ruidosa y llena de olores China Town, que se ha comido casi entero a otro barrio lleno de historia, Little Italy. También hay que caminar por Wall Street, preferentemente a las 4.30 para ver cómo salen del trabajo los obreros de la industria del dinero, y por el Lower East Side, irreconocible escenario de Gangs of New York de Martin Scorsese. Conviene patear los burgueses Upper West Side y Upper East Side y el área de las oficinas de rascacielos de Midtown para ver de cerca la estación Grand Central. Los paseos obligatorios son los que conducen al Central Park (donde no hay que perderse el fin de semana a los patinadores) y el puente de Brooklyn. Cruzar este icono y llegar a Brooklyn Hights o el vibrante barrio de Dumbo permite ver Manhattan en perspectiva, algo también muy recomendable desde el otro lado de la isla, Hoboken en Nueva Jersey
Ver Manhattan desde esta corta distancia es quizá una de las visiones más románticas para un urbanita. Desde Brooklyn o Hoboken no se ven las calles mal asfaltadas, ni las obras permanentes de Broadway, ni la basura que se amontona en bolsas en todas las calles, ni el metro, efectivo pero cutre... Ninguna de sus miserias y todo su esplendor.
Guía práctica
Cómo moverse El metro de Nueva York llega a todos los lados y el viaje cuesta dos dólares. Es algo difícil manejarse porque los carteles no son del todo claros y a los empleados del metro no les entienden ni los locales cuando dan explicaciones por los altavoces. No obstante, con un mapa es la mejor manera de moverse. La bajada de bandera del taxi es de 2,50 dólares. Los autobuses están bien si no se va con prisa.Comer y copasA prueba de vegetarianos. Los restaurantes de carne son unas de las paradas gastronómicas más recomendables. En este sentido, Peter Luger, en Brooklyn, es el templo a visitar. La revista Time Out dejó de publicar rankings de mejores restaurantes de carne porque a Peter Luger no había quien lo destronara. Otros lugares similares son Smith & Wollensky, Morton's o el restaurante de Michael Jordan en Grand Central. Para buenas hamburguesas, Houston's y el secreto mejor guardado por los locales, la pequeña taberna en el Village, Corner Bistro (es barata y hay buena música, dejen una generosa propina).Comidas del mundo. Además de los países de origen, la mejor comida china, japonesa, coreana o tailandesa está en Nueva York. Es recomendable consultar la guía Zagat para elegir con tino. Para ver y ser vistos (y comer bien), Buddakan, Morimoto y el Spice Market en el Meatpacking o Baltazar en Soho, aunque lo último son los nuevos restaurantes del Lower East Side.Hoteles con encanto. El hotel Hudson en la calle 59 es controvertido. Diseñado por Philip Stark, dispone de unas habitaciones diminutas, pero de unos magníficos bares y restaurantes llenos desde la noche del jueves (como poco). El hotel boutique más de moda es ahora el Gramercy Hotel, abierto en 1925 y relanzado por Ian Schrager, uno de los cofundadores del mítico Studio 54. Todos sus hoteles son un espectáculo visual (www.gramercyparkhotel.com)De copas por las alturas. Soho, Lower East Side, el Upper East Side, el Village, la lista de los lugares de copas es imposible de compilar, aunque una de las que más se mueve es la del Meatpacking District. Hace apenas siete años aún era un mercado al por mayor de carne, hoy bares de lujo compiten en precios astronómicos. Si lo que apetece es una copa en las alturas, en ese caso, 230 Fifth, que como su nombre indica está en la Quinta Avenida. Para beber, mejor apostar por lo seguro, cerveza, pero las vistas son espectaculares.