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Columna
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Emisión con descuento

Barclays, por fin, tiene su capital. El banco británico obtuvo 4.500 millones de libras, 500 millones más de los anunciados al principio. Pero las expectativas de que la emisión de acciones tuviera una prima resultaron optimistas. La operación se ha hecho con un arrogancia que Barclays tiene aún que justificar.

Sumitomo Mitsui Banking Corporation ha suscrito 500 millones de libras de las nuevas acciones con un 7% de descuento sobre el precio cuando se iniciaron las primeras conversaciones para la recaudación de fondos a mediados de junio. Otros 4.000 millones de libras serán ofrecidos a los actuales accionistas, con los inversores cataríes apoyando más de la mitad de la emisión a un descuento aún mayor del 11%. Si añadimos un 1,5% para el pago de los honorarios, el acuerdo se cierra a un precio incluso más barato para ellos.

Barclays ha negociado también acuerdos para cooperar con Sumitomo y Qatar Investment Authority, aunque el alcance completo de las iniciativas, y un posible quid pro quo, permanecen poco claros.

Es cierto que la inyección de capital elevará la ratio de capitalización Tier 1 de Barclays de su objetivo del 5,25% a un más saneado 6,3%. Sin embargo, Barclays planea usar alrededor de la mitad de los nuevos fondos para expandirse y además dar un dividendo de 200 millones de libras.

La continua bravuconería parece extraña. Es lo que hizo el banco al elevar capital tan deprisa como sus rivales. Aparte también está la desgana de Barclays para divulgar más información sobre cómo se están valorando los asolados activos. Otra vez se está buscando un asunto mayor para reclamar que no hay razones para mostrar sus cartas a los rivales -o a los inversores, cuyos mandamases piensan que deberían mostrar algo de confianza-. No la tienen, pues las acciones han caído un 40% hasta este año.

Todo este escepticismo es consecuencia de la evaluación de la cartera de créditos por parte de Barclays. Hasta que el banco no la revele, los inversores no dejarán de hacer sus propias suposiciones.

Una forma severa de hacerlo es mirar hacia el Royal Bank of Scotland. Seguir ese paso le supondría aumentar sus provisiones en otros 4.500 millones de libras, la misma suma que precisamente ha captado. Ello difícilmente daría a Barclays la imagen de fuerza que está insistentemente tratando de transmitir.

Por Jeffrey Goldfarb

Negociar con Medvedev

El jefe de una compañía petrolífera occidental con considerables operaciones en Rusia resumió recientemente las dos reglas fundamentales para hacer negocios allí. Recordar siempre que has comprado un billete hacia el infierno. Y mantener allí tan poco dinero como sea posible. Los líderes de la Unión Europea deberían tener estas reglas en mente mientras se dirigen a una reunión de dos días con Dmitri Medvedev, el nuevo presidente ruso, para ultimar los términos de un acuerdo a largo plazo. Rusia todavía se parece mucho a un casino a gusto de los inversores, y ese casino a veces puede ser peligroso. Los enormes retornos recompensan al audaz, pero los riesgos son de la misma magnitud. Abundan los abusos de poder y la corrupción, incluyendo los de los magistrados.Algunas de las recientes declaraciones de Medvedev ofrecen un rayo de esperanza. El nuevo presidente se ha comprometido a reformar el sistema legal, a seguir liberalizando los mercados y a tomar medidas contra la corrupción, mientras exige un poder judicial independiente. Pero lleva poco tiempo en el cargo y todavía debe convertir estas palabras en actos. Además, existe un gran signo de interrogación sobre su capacidad para, primero, encargarse de las disputas entre los líderes de las facciones del Kremlin -algunos de los cuales se benefician personalmente de la corrupción- y, segundo, para imponer su autoridad sobre Vladimir Putin, su antiguo mentor y ahora su primer ministro.Los líderes europeos tienen todos los motivos para entablar relaciones con Medvedev sin prejuicios. También deberían dejar claro que toda cooperación tiene que basarse en la reciprocidad, y que las empresas rusas deben esperar ser tratadas en Europa como lo son las europeas en Rusia. La gran pregunta que rodea a Medvedev es la misma que obsesionaba a los líderes occidentales hace 23 años, cuando empezaron a desarrollar acuerdos con el nuevo gobernante comunista de la URSS, Mijail Gorbachov: ¿podemos hacer negocios con este tipo? Decidieron que podían, pero sólo siguiendo un proverbio ruso que Ronald Reagan citaba a menudo. Doverai, no proverai. Confía, pero comprueba.Por Pierre Briançon

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