Más allá de la Casa Blanca
De aquí a noviembre va a llover mucho, pero de momento las estadísticas dicen que los demócratas tienen buenas razones para ir poniendo el champán a enfriar.
El último pulso a la opinión pública, tomado por Wall Street Journal/NBC News, revela que el 51% de los votantes prefiere que ganen los demócratas. Solo el 31% estaría más a gusto con los republicanos. Curiosamente, luego, a la hora de concretar, estos porcentajes no se trasladan a la carrera presidencial. Barack Obama es el favorito pero con apenas seis puntos porcentuales de diferencia sobre el republicano John McCain.
Lo que los analistas políticos y los propios partidos prevén es que más allá de la Casa Blanca, esa ventaja sí se trasladará al Congreso.
Las Cámaras se renueva cada dos años y en las últimas elecciones, en 2006, los demócratas ganaron 49 de los 100 escaños del Senado (a los que se suelen sumar los votos de dos independientes). En la Cámara de Representantes tienen 235 legisladores frente a los 199 republicanos. Si este año consiguen una mayoría más amplia, sobre todo en el Senado, que es donde se suelen encasquillar las cuestiones más difíciles, controlarían fácilmente el poder legislativo. En el caso de que, además, Obama consiguiera la Casa Blanca, estarían en una posición de poder muy inusual para este partido.
El mensaje negativo que les mandan las proyecciones se completa con uno más real. En los últimos meses ha habido tres elecciones especiales para reemplazar a congresistas en distritos electorales tradicionalmente republicanos y en los tres han ganado los demócratas.
La razón de este fenómeno es doble. Una está ahora en la Casa Blanca y la otra, en la calle, en la que se lidia con una difícil situación económica. La bajísima popularidad de George Bush ha arrastrado a todo su partido y la crisis no está ayudando a levantar el espíritu. Así, el mensaje de cambio que enarbolan los demócratas encuentra eco.
Los estrategas republicanos ya creen que sería una buena noticia mantener las posiciones de 2006 y no perder más.
Y esto puede ser difícil si siguen manteniendo su oposición en el Congreso a medidas populares, propuestas por los demócratas, como la ampliación de los incentivos fiscales a compañías especializadas en energías alternativas, y la imposición de una mayor carga fiscal a las petroleras.
Los republicanos negaron la semana pasada la posibilidad de debatir estos puntos. Lo que buscan ellos es abrir los refugios del Ártico a la exploración petrolera, algo que no deja de pedir Bush y a lo que se oponen los demócratas y hasta ahora -sorpresa- el propio McCain. Otra medida que está chocando contra este muro es la ampliación de la cobertura de desempleo, que actualmente cubre 26 semanas y quiere ampliarse 13 más. Bush dice que la vetará.
La Cámara de Representantes logró votar el jueves su ampliación (tras otro intento fallido el miércoles). Los Republicanos rompieron filas y hasta 49 votaron a favor. En el Senado, esta medida lo tiene más difícil porque parece complicado sacarla adelante con una mayoría a prueba del veto presidencial. Y eso a pesar de que es posible que los demócratas puedan contar con el voto del senador McCain, que está a favor de la extensión.
El veto ayudará a los demócratas a seguir pintando negativamente la imagen de Bush. A McCain le ayudará a tratar de separarse de ésta.