Habilidades del alma o del carácter
François Pérez Ayrault considera que los ejecutivos necesitan más habilidades humanas que lecciones de liderazgo o negociación. Aconseja equivocarse, tener detalles, sentido del humor, ser honesto y conciliar
En las exquisitas Memorias de ultratumba de Chateaubriand, me llamó la atención una reflexión acerca de las sucesivas épocas de la aristocracia; el tránsito inequívoco y voraz de la época de la superioridad a la de los privilegios y de éstos a la época de las vanidades. Ahora que vienen mal dadas, estamos probando la amarga hiel de la gestión de las vanidades, porque de la época de los privilegios ya salimos y de la de la superioridad ni nos acordamos.
Desesperamos por encontrar soluciones para salir de la crisis, pero sólo las empresas con acopio de liquidez podrán esperar tiempos mejores con una relativa calma. El resto, como pollos sin cabeza, correremos en todas direcciones mientras esta gran barredora que es la crisis se encargará de limpiar el patio y el papá Estado lanzará medidas de dudosa eficacia para activar el consumo.
El empresariado, en general, adolece de un punto oligárquico que lo asemeja en algunos comportamientos a la aristocracia. Y en los años de bonanza, muchos se ocuparon de proteger su libertad con una desaforada provisión de prebendas. Pero vulnerables a las debilidades asociadas a la aristocracia recorrieron el camino hasta el cultivo de las vanidades personales.
Llevo más de diez años en el mundo de la formación en habilidades directivas, y siempre surge, latente, en voz baja, esta cuestión: ¿mis jefes saben esto? Cuando hablamos de dar formación a directivos parece haber siempre un cierto nivel que sugiere no necesitar nada; y en la mayoría de los casos estos perfiles se encuentran en el vértice estratégico de grandes empresas.
No sugeriré que necesiten formación en liderazgo, negociación o trabajo en equipo. No. Llegaron donde llegaron precisamente porque sus habilidades les catapultaron. No puede ser de otro modo. Y esa percepción puede devenir en ese recorrido aristocrático que mencionó Chateaubriand: superioridad-privilegios-vanidad. El problema arranca en el estadio de la vanidad que difumina el autoconocimiento y termina por diluir la responsabilidad.
No les diré que hagan formación, sólo lo sugeriré. Pero déjenme hacerles unas recomendaciones referidas a habilidades del alma o del carácter. Sencillamente, porque en su recorrido probablemente tuvieron que echar mano de ellas.
Equivóquese, cometa algunos errores, dude. Muéstrese vulnerable, porque su vulnerabilidad le hará íntegro y firme. Equivóquese y gestione con ello el margen de error, porque así sus colaboradores sentirán que tienen un espacio para hacer emerger el talento que tienen. Si penaliza el error matará la creatividad. Y eso, en los tiempos que corren, es un suicidio. Enseñe a dudar.
Potencie el sentido del humor. Porque favorecer un entorno agradable hace de su espacio profesional un lugar deseable. Y porque el lamento, la crispación, la queja o la preocupación no le permiten volver a la casilla número uno. No olvide que tiempos de crisis son tiempos de oportunidad, y crear buenas condiciones ambientales ayuda, y mucho.
Interésese honestamente por su equipo. Por sus inquietudes, por su carrera, por sus aflicciones, por sus ilusiones. Vivimos en una sociedad muy influida por el consumo y por los estímulos externos y utilizamos el diálogo como forma de no comunicarnos. Es mucho más interesante escuchar que ser escuchado.
Aprenda, fórmese y estimule en sus colaboradores el deseo de aprender. En la era del conocimiento, quien persevera en su formación, en su aprendizaje, se adaptará mejor y más rápido a un mundo que cambia vertiginosamente.
Dirija su mirada a la otra parte del mundo, y participe de esa mirada con su equipo. Si el mundo occidental, junto con las economías emergentes, parece caminar en una dirección de progreso y justicia social, aunque sea lentamente, las tres cuartas partes del mundo restante lo hacen en la dirección contraria. Practique el voluntariado, colabore con una ONG, permita que su gente preste también parte de su tiempo al servicio a los demás. Será su forma de dar gracias por tener lo que tiene, y dará la oportunidad a su equipo de sentir gratitud.
Dé lo mejor de sí; sin reservas, sin complejos. Puede que no baste para cambiar las cosas, pero logrará que otros le imiten y entre todos cambiarán. Dé lo mejor a su equipo y su equipo se lo devolverá por quintuplicado.
Concédase un espacio para conocerse, para meditar. Sea honesto consigo mismo. Reflexione acerca de quién es y del sentido de su misión. Sólo si tiene claridad en sus objetivos, en su propósito, conseguirá que le sigan.
Tenga detalles, y permita que los tengan con usted. Regale flores, libros, organice un amigo invisible, monte una tertulia y pague usted las copas, cree rituales en su equipo alrededor de los cumpleaños, de los éxitos o de los viernes.
Sea honesto con sus colaboradores. Ellos necesitan su experiencia y su conocimiento. Identifique sus fortalezas y logros, en público; pero también apóyeles en su desarrollo identificando sus áreas de mejora, en privado, y sin juicio alguno sobre la persona.
Finalmente, concilie y haga conciliar. Algo que sólo es posible desde su compromiso como directivo en ser un creador de condiciones para que sus colaboradores encuentren en la empresa una extensión desde la vida privada para su pleno desarrollo y realización.
François Pérez Ayrault. Director comercial de Infonova