Un ajuste sano y necesario
El vicepresidente Pedro Solbes descartó ayer sostener artificialmente la actividad de la construcción residencial. En su primera comparecencia de la legislatura ante la Comisión de Economía del Congreso, aplicó el dicho de los 'excesos se pagan'. Antes de que estallase la crisis de la subprime, una de las demandas unánimes de expertos, políticos y consumidores era la necesidad de devolver la construcción a la normalidad. Es decir, terminar con subidas de precios de dos dígitos o la construcción de 800.000 viviendas anuales -más que Reino Unido, Francia e Italia juntos-. Ahora, el proceso está en marcha, aunque el precio a pagar se manifieste en dificultades financieras para centenares de empresas y un apreciable avance del desempleo.
El Gobierno estima que es un ajuste costoso, pero necesario, y descarta aprobar nuevas medidas paliativas más allá de las ya incorporadas al plan de choque. Considera que la corrección está realizándose a un ritmo más rápido de lo que podía esperarse, algo que no estima grave, pues así concluirá antes la travesía del desierto. Pero este súbito ajuste de la actividad de la construcción residencial está arrastrando lentamente a otras actividades económicas, que tardarán en recomponer la recuperación al menos hasta la segunda mitad de 2009.
Sin embargo, el análisis del ministro parte de la máxima de que el PIB está creciendo ahora al 2,8%. De ser así, parece ilógico que se haya producido una destrucción de empleo tan fuerte en el primer trimestre, cuando la economía española a ritmos cercanos al 3% no destruye puestos de trabajo, sino que los suele generar. Por otro lado, la posibilidad de que la recuperación se inicie en 2009 y que en 2010 se crezca al 3% también genera suspicacias. La mayoría de los análisis de los expertos, e incluso de organismos internacionales, consideran que el próximo año será peor que éste. Ayer Funcas revisó su panel de previsiones y rebajó el crecimiento para 2009 al 1,7%.
Por tanto, aunque hay que dejar que la construcción residencial padezca un ajuste necesario, no parece sensato pensar que el problema actual, y futuro, de la economía en España se circunscriba a la construcción. La caída del consumo y, sobre todo, la falta de confianza de familias auguran que otros sectores se van a ir sumando en mayor o menor medida en los próximos meses. Esto podría explicar la fuerte destrucción de empleo desde inicios de año. En este sentido, es necesario enviar nuevos mensajes para tratar de devolver el tono al consumo y evitar que lo que empezó como un ajuste inmobiliario acabe convirtiéndose en una crisis en toda regla por el efecto primero de la crisis crediticia y, luego, del desplome del consumo.
Por eso es positivo que Solbes incida en la necesidad de volcarse en las reformas de oferta que permitan un cambio de modelo productivo. El ministro citó ayer las más importantes -laborales, liberalización de telecomunicaciones, mayor competencia en servicios y energía o un nuevo sistema de supervisión financiera, entre otras-. Igualmente, es bueno que el Gobierno haya aclarado que no se permitirá alegrías presupuestarias y que el exceso de gasto en la cobertura del desempleo se compensará con la austeridad en otras partidas.