Las regiones y la globalización: retos y oportunidades
La globalización ha cambiado de forma fundamental el marco en el que se desarrollan las políticas económicas, subraya el autor, que analiza los desafíos para las economías regionales. En su opinión, una pieza fundamental de estas políticas es el fomento de la creación de empresas
Desde hace unos años se viene llevando a cabo una revisión crítica de la política regional desarrollada en los países occidentales, en especial en la Unión Europea. Una primera razón para esta revisión viene de la mano del creciente fenómeno de la globalización de los mercados de bienes, de servicios, de capitales y de divisas, que ha cambiado de forma fundamental el marco en el que se desarrollan las políticas económicas.
La globalización se ha constituido como la fuerza económica más potente de nuestro tiempo. Los rápidos cambios registrados en los mercados globalizados conllevan una apremiante búsqueda de nuevos nichos competitivos por parte de las distintas regiones, dependiendo de las respuestas a esta búsqueda de los recursos propios con los que cuenta y de los mercados específicos con los que se relaciona cada territorio.
Al mismo tiempo, los especialistas en economía regional y espacial vienen sugiriendo nuevas estrategias de crecimiento económico que ofrecen, a priori, un mayor potencial a la hora de ayudar a las regiones a competir en los mercados globalizados. Dichas estrategias se centran más en el territorio objeto de análisis que en sus vecinos o competidores. En efecto, esta nueva línea de investigación enfatiza la ayuda a los emprendedores y trabajadores especializados con los que cuenta la región y el fomento de la innovación, en contraste con el anterior paradigma, que sostenía que el desarrollo regional era un juego de suma cero, en el que las ganancias de unas regiones se obtenían a costa de pérdidas de otras.
En este sentido, empieza a formarse un cierto consenso acerca de que el crecimiento económico regional en la actualidad se basa en unos principios diferentes de aquellos que guiaron las políticas económicas en el siglo XX. Estos nuevos principios son de gran utilidad para el diseño y ejecución de las políticas regionales en un mundo globalizado.
Desde los años noventa, los investigadores vienen reconociendo que las economías regionales deben crear continuamente nuevo valor en los mercados globales mediante la explotación de sus fuerzas autóctonas. Se trata de un proceso complejo al que algunos autores denominan competitividad regional. Dicho proceso encuentra su estímulo en la innovación (es decir, en la capacidad de inventar nuevas ideas y bases de conocimientos que abren nuevas perspectivas económicas). Asimismo, la competitividad regional se desarrolla a través de la capacidad emprendedora con la que cuenta el territorio: convirtiendo ideas y conocimientos en puestos de trabajo, renta y riqueza. De esta forma, si bien en el pasado las estrategias de desarrollo regional se basaban en grandes empresas, este nuevo enfoque subraya el papel clave desempeñado por las pequeñas empresas emprendedoras en el siglo XXI.
La importancia de la innovación en el crecimiento económico no es una idea nueva. Joseph Schumpeter hablaba, hace casi un siglo, de la destrucción creativa. Durante la última década, el fenómeno de la globalización ha vuelto a llamar la atención sobre este concepto por el cual las economías más dinámicas están inmersas en un proceso continuo de agitación en el que unas empresas desaparecen y otras nacen. Desde esta perspectiva, la clave del crecimiento sería el flujo regular de nuevas ideas convertidas en productos que tuviesen éxito en los mercados.
La política económica cambia radicalmente cuando el objetivo es la promoción de la competitividad regional, haciéndose énfasis en la identificación y explotación de los activos propios de cada región: dotación de capital humano y físico, atractivos culturales y naturales, etcétera.
Desde esta óptica, el desarrollo económico no es ya un tema que se aborda mediante la aplicación de una estrategia única aplicada a todas las regiones. Cada región cuenta con un conjunto diferente de activos económicos y extraeconómicos, una capacidad única de innovar, su propia cosecha de emprendedores y sus oportunidades exclusivas de interactuar en los mercados globalizados.
El nuevo desafío que debe afrontar cada región consiste en reinventar continuamente sus fuerzas creadoras de crecimiento con la finalidad de lograr, mantener e incrementar su ventaja competitiva en los cambiantes mercados globalizados, reforzando y ampliando los cuatro pilares de la nueva economía: tecnología, talento, capital y capacidad emprendedora.
Una economía, para ser dinámica, requiere aportaciones nuevas en formas de ideas, productos y procesos novedosos, así como el entusiasmo y la capacidad de nuevos empresarios. Por ello, el fomento de la creación de empresas debería constituir una pieza fundamental en la nueva política regional. Pero además, una economía dinámica también precisa el crecimiento continuado y satisfactorio de esas nuevas empresas y el desarrollo coherente de las ya existentes. Debe utilizar además la experiencia y recursos acumulados de las empresas establecidas para, de esta manera, contribuir a la creación de nuevos mercados, introducir innovaciones en todas sus formas y realizar los cambios estructurales necesarios para responder a los desafíos de la economía moderna y globalizada.
Por último, para sacar el mayor partido a su potencial, las regiones deben favorecer la creación y mantenimiento de redes de relación y colaboración entre los distintos agentes (consumidores, empresas, universidades, Administración pública y organismos no gubernamentales).
El reto de la globalización está ahí fuera, pero las respuestas a este reto están dentro de las propias regiones.
Simón Sosvilla, Profesor de Análisis Económico en la Universidad Complutense de Madrid y director de la Cátedra Fedea-Caja Madrid de Economía Regional