La economía necesita sosiego
La economía española funcionó como un reloj suizo la pasada legislatura, pese al ambiente de crispación política que se generó por diversas circunstancias, todas ellas ajenas a lo económico. Pero, cuando aparecen, como han aparecido síntomas de desaceleración, y el clima global es de crecimiento limitado, todas las ayudas son pocas para dar cuerda al reloj. El ambiente de sosiego político que los sindicatos y la patronal han reclamado en el pasado en determinadas situaciones comprometidas es ahora más necesario que nunca. En manos de los políticos está proporcionarlo.
La consolidación del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, con un notable avance electoral en los comicios del domingo, y la solidez del terreno conquistado por el Partido Popular dibujan un bipartidismo acentuado. Esta situación parece terreno abonado para la búsqueda de posiciones consensuadas en materias vitales. Por lo menos debería ser así en aquellas más susceptibles de generar tensión, y así proporcionar a la economía la tranquilidad necesaria para afrontar la desaceleración.
Los mensajes de los agentes sociales y económicos se movieron ayer en ese terreno. Tanto los sindicatos como la patronal han solicitado la búsqueda de un diálogo social que establezca bases consensuadas para recuperar el tono en la actividad económica, sin que el Gobierno renuncie a sus planteamientos económicos. Y en tal deseo parece que se van a encontrar con las pretensiones del presidente del Gobierno, a juzgar por sus declaraciones, y con las del vicepresidente Pedro Solbes, más dado al compromiso que a la diferencia. Para empezar, Zapatero ha proporcionado a Solbes libertad plena para componer su equipo económico, detalle básico en un momento en el que los consumidores y los inversores precisan mensajes claros, visibilidad sobre el objetivo económico del Ejecutivo y comportamientos predecibles.
Las próximas semanas son claves para el futuro de la economía. Todos los agentes dan por hecho que la desaceleración ha sido intensa los tres últimos meses y que la dilatada crisis financiera no es el mejor aliado para recomponer el escenario. Por ello, antes de que se constituya el nuevo Gobierno, el director de la política económica tiene que ofrecer una radiografía explícita de la situación y poner sobre la mesa las decisiones adecuadas, pese a admitir que las expectativas de la población no se revierten en unas semanas.
Las decisiones de Pedro Solbes, más allá de los mensajes lanzados en la campaña electoral, tienen que contener una apuesta mixta de soluciones que pasen por estimular la demanda nacional, compensar la caída de la formación bruta privada con inversiones públicas, utilizando el margen presupuestario actual, e introducir nuevos estímulos liberalizadores en los mercados de bienes, servicios y factores. Suelo, energía, trabajo, pensiones, agua y educación son los retos a afrontar y las teclas a tocar. Sobre ellas se tiene que ofrecer un consenso a los agentes económicos. Pero sus reformas son ineludibles, aunque sea de forma unilateral, ya que los Gobiernos están para ofrecer diálogo, pero también para gobernar y tomar decisiones si aquel es infructuoso.