Obama frente a Clinton
La victoria de Hillary Clinton en las primarias de Tejas y Ohio ha dado aire a la candidata demócrata frente a su rival Barack Obama. El autor analiza las posibilidades de cada uno de cara a la etapa final de las elecciones, donde se podrá comprobar, en su opinión, el impacto del voto hispano
Los que esperaban un nuevo resbalón de Hillary Clinton se sienten defraudados por la resurrección de la senadora, después de la serie de derrotas en las anteriores primarias. Los partidarios de Clinton lanzan las campanas al vuelo por el avance de su candidata. Los que avalan sin condiciones a Barack Obama se sienten, de todas formas, confiados de que en la recta final conseguirán, por lo menos, tener el número de votos para presentarse en la convención con aura de triunfo.
En cualquier caso, la incertidumbre hasta el final sigue elevando el valor de los votos de los superdelegados a una altura que ambos candidatos demócratas preferían evitar. Este ángulo alarma a la jerarquía del partido, pues las decisiones que tomen estos más iguales que otros pueden crear un problema interno que en nada ayudará en las elecciones finales de noviembre.
Después de Tejas y Ohio, el más feliz, por supuesto, es John McCain. Aunque ya destacaba antes de comenzar esta carrera preliminar como el pretendiente republicano de más fama, patriotismo probado, prestancia y un lenguaje entre presidencial y popular (rastro de su servicio militar), al haberse descolgado uno a uno sus contendientes ha llegado a capturar el número deseado de votos sin apenas haber sufrido ataques. Se espera que el incidente de la revelación de una supuesta infidelidad no haga mella en su campaña, sobre todo mientras sistemáticamente se presenta en compañía de su atractiva esposa Cindy (más joven), que en cada primaria presenta un modelito nuevo y un peinado variado. La fortuna actual de la pareja se remonta a la familia de Cindy, propietaria de una de las mayores distribuidoras de cerveza de Estados Unidos.
Sin que se sepa qué efecto último tendrá en la etapa final de la campaña electoral en EE UU, el detalle racial debe tenerse en cuenta
Obsérvese que en esta dimensión supera ligeramente a Obama, quien se ve acompañado discretamente por su mujer, en contraste con Hillary, con Bill ausente de forma estratégica. Michelle no tiene nada esconder. Más brillante que su marido, se graduó en Derecho en la Universidad de Harvard, y su sueldo como abogada doblaba el de su marido en su común profesión.
La mayor ventaja de McCain es que no tiene nada que perder. Antes de las primarias, y todavía ahora, los sondeos predecían un triunfo demócrata en noviembre, entre otras razones porque el sector de indecisos ya está harto de lo que consideran como una negativa presidencia de Bush. En contraste, McCain tiene mucho que ganar al recibir el apoyo de los conservadores y clase media acosada por el mal estado de la economía. De ahí que Bush se haya mostrado como invisible, por dos razones: debe permanecer neutral hasta que el proceso popular se aclare, y su mutis en el fondo ayuda a cualquier candidato republicano, ya que un abrazo en mal momento representaría el beso de la muerte.
Hasta la fecha, los dos candidatos demócratas se han mostrado prudentes en no atacar frontalmente a su contendiente. Con la excepción de Obama, quien enfatiza la condición de establishment de Hillary, no se ha quitado los guantes y la ha abofeteado innecesariamente. La senadora Clinton apenas se ha movido con agresión hacia Obama, con la excepción del anuncio televisivo en el que se les pregunta a los votantes en quién confiarían más si el teléfono sonara en la Casa Blanca a las tres de mañana y el/la presidente(a) debiera enfrentarse a una crisis mundial.
Aparte de sus discrepancias acerca de Irak y los detalles sobre un supuesto desmantelamiento del Nafta, pocas siguen siendo las diferencias de sustancia en la campaña. Mientras Obama ha anunciado la retirada de Irak, Clinton se muestra más prudente, y todavía no sabe cómo justificar su voto positivo para la invasión. Ambos, directa o indirectamente, han enviado mensajes de que su táctica contra el tratado entre Estados Unidos, México y Canadá simplemente responde al contexto de ciertos Estados debilitados por el desempleo.
Sin que se sepa qué efecto último tendrá en la etapa final de la campaña, el detalle racial debe tenerse en cuenta. Por un lado, es cierto que Estados Unidos, en evolución notable en el presente siglo, está igualmente preparado para tener un presidente negro o una dama al timón. Está por ver si el apoyo feminista será suficiente o si el mensaje de orígenes modestos será la clave que dé el triunfo a Obama. Por un lado, obsérvese que los hispanos en los Estados de mayor volumen de votación (como Tejas) se inclinan más por Hillary que por Obama. Esa aparente contradicción recuerda que negros e hispanos sienten una mutua desconfianza. Los negros, porque juzgan que el ascenso de los hispanos en la escala social les ha perjudicado. Los hispanos, porque consideran que los negros se hallan más alejados de sus valores, que ven más cercanos en la línea de los estadounidenses blancos.
Solamente entonces se verá si el favor del voto hispano va a tener un impacto considerable en la resolución de esta campaña en primarias. Por primera vez en décadas no se ha testificado mayor interés de la evolución de este proceso preelectoral. Y solamente se trata del primer paso. Los observadores se atan el cinturón para lo que viene después.
Joaquín Roy Catedrático Jean Monnet y director del Centro de la Unión Europea de la Universidad de Miami